miércoles, 21 de mayo de 2008

El animal paradójico.

Fotografía de Manfred Bachmann. Amplíala, espectacular.

He utilizado el título de un libro de José Lorite Mena, publicado hace 25 años (El animal paradójico. Fundamentos de antropología filosófica), para recordar que mañana “es” el Día Mundial de la Biodiversidad. Digo “es” porque utilizar otro término, del tipo “se celebra”, lo considero bastante grotesco. Por supuesto, “el animal paradójico” es el hombre.

La paradoja humana ya fue concretada por Teilhard de Chardin: “su escasa diferenciación morfológica, desproporcionada, en apariencia, con la magnitud de su influencia biológica”, contraste que queda explicado en una sentencia tan significativa como la anterior: “…el Hombre, capaz de fabricar instrumentos sin encarnarse en ellos, queda libre de la esclavitud de transformarse para actuar” (T. de Chardin, La vision du passé), o como dijo G. Richard (L’outil chez l’animal), “el hombre cambia de especie cada vez que cambia de utensilio”. La adaptación humana ha revestido una modalidad especial que le ha permitido modificar continuamente sus relaciones con el medio, un factor determinante, entre otros, de su invasión planetaria. Llegado un punto, su evolución no fue sólo orgánica, sino inventiva, evolucionando en y por sus creaciones.
El otro día Mikel Aguirre hablaba de la Historia de la Técnica (con mayúsculas), una historia de 2 millones de años. Se puede acortar y mucho ese período a efectos de nuestra influencia. La mayor parte de la historia del hombre transcurrida hasta hoy, la mayor parte de la historia de la alianza evolutiva del hombre con la herramienta, puede describirse como la historia del período que va desde el descubrimiento práctico de la transformación del movimiento mecánico en calor (la domesticación del fuego) hasta el de la transformación del calor en movimiento mecánico. Es desde entonces cuando el hombre operó modificaciones decisivas en su relación con el entorno: ya no tiene un espacio ecológico específico, puede transformar cualquier espacio en nicho ecológico, y puede destruir las posibilidades ecológicas de cualquier espacio, que es lo que hace.

Mañana “es” el Día Mundial de la Biodiversidad, y Homorgasmus ha cambiado temporalmente su cabecera para hacerse eco de ello.