lunes, 4 de agosto de 2008

HAL9000: Un primoroso yacimiento...(II).

El viaje a ninguna parte.


“Algo debe cambiar para que todo siga igual”.

(Archicitada y cínica frase que, dicen, procede de “El gatopardo” de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, y que a mi nadie me quita de mi psicopática cabeza que, en realidad, se le ocurrió a Burt Lancaster en la película homónima, cuando interpretaba el papel de Fabricio Corbera, Príncipe de la Salina).

***

Así que, al día siguiente, empezamos a excavar en el centro del yacimiento, en dos áreas de 10 x 10 m, una tarea que requirió todos nuestros esfuerzos durante más de treinta días y que fue bastante más fácil de lo esperado ya que, en un 90% de su extensión, los últimos moradores de la ciudad habían construido unos edificios públicos tremendos que se habían “impuesto” a lo anterior por el expediente de practicar un enérgico rebaje del terreno que se había llevado por delante todas las estructuras precedentes...

-Una pena que estos romanos no hubieran tenido una buena Ley de Patrimonio, tan aficionados como eran al Derecho, que hubiera salvaguardado lo prerromano- dijo David Clarke apesadumbrado al llegar a los niveles estériles.

-Sí, claro..., pero no sé si te das cuenta, David, que si hubiera ocurrido así, los hubieran excavado los arqueólogos del momento y, como consecuencia muy probable, después de una documentación más o menos detallada o estándar, tampoco existirían ya que habrían sido inmolados sobre el ara del tan traído y llevado “progreso del urbanismo romano”... –apostilló Hodder, que siempre estaba al quite con tal de meter puyas a diestra y siniestra.

-¡Hombre, también podían haber hecho un criptopórtico arqueológico en el foro o conservar algunas cabañas en el sótano de alguna casa..., no sé..., haber sido más sensibles hacia el patrimonio...! -contestó Clarke, bastante dolido.

-¡Sí, y unas aulas de interpretación de la Conquista Romana (CR) y del Modo de Resistencia Indígena Prerromano (el famoso Modo de RIP), no te fastidia...! –repuso un Hodder crecido y siempre dispuesto a hacer sangre y a meter la mano en la llaga que más escocía...

Mientras los famosos integrantes de mi equipo, como es habitual en estos casos de megaegos colindantes, se daban leña por cualquier quítame allá esas pajas -“¡mucho jefe y poco indio!”, se pasaba el día sentenciando Vere Gordon Childe-, yo me entretenía haciendo un diario a la vieja usanza, tal y como se preconizaba en los antiguos libros de metodología arqueológica de campo de mediados del siglo XX, del que, para vuestra información y dudosísimo solaz, transcribo algunas páginas que relatan, en su mayor parte, un suceso extraordinario que acaeció al inicio de nuestros trabajos y que estuvo a punto de llevarse por delante la paz y el sosiego que estas labores arqueolóquicas precisan:

“Querido diario de excavación:

Hoy empezamos el trabajo a las 7,30 a.m. (Alcubierre ya se va haciendo con los mandos de la furgoneta, a la que, al principio de la campaña, se empeñaba en imprecar diciéndole ¡arre y so!, como si de un tiro de jumentos se tratara) .

Para nuestra sorpresa, al llegar al yacimiento el tercer día, nos encontramos con un individuo acampado junto a la caseta de la herramienta. Se trataba de un sujeto de aspecto inquietante que se desplazaba en una Vespa viejísima y que había plantado su tienda, al parecer por la noche, sin que nadie nos percatáramos de ello. Conforme nos fuimos acercando, el acampante solitario fue incorporándose poco a poco a la vez que su presencia iba haciéndose cada vez más y más ominosa.

Preguntado el sujeto sobre sus intenciones, declaró, en un inglés bastante macarrónico, que era un antiguo alumno de la Universidad de Bolonia, Italia, y que ejercía como Inspector Representante del Comité Científico para la Vigilancia de la Aplicación del Espíritu de Bolonia. Acto seguido, sacó sus credenciales y nos puso a todos a rellenar unas fichas complejísimas en las que teníamos que declarar las aptitudes y actitudes a desarrollar con cada metro cuadrado de excavación, los objetivos hipotéticos y expectativas en cada uno de los sectores, las previsiones del trabajo presencial en los mismos y el porcentaje de horas de laboratorio, de seminarios y prácticas previas que impartiríamos a los excavadores, fuera de las obligadas publicaciones posteriores y asistencia a congresos nacionales e internacionales, así como el número de horas que nuestros oyentes en tales eventos emplearían en procesar nuestra información y en leerse la bibliografía de referencia que citáramos, etc, etc, etc...

-Sólo así –decía el campista impertinente- la Comisión Interplanetoidal correspondiente puede hacerse una idea del trabajo a desarrollar, así como del esfuerzo objetivo que se genera, lo cual sirve para que nuestros esforzados y sutiles comisionados puedan cotejar de forma cómoda e inequívoca las diversas zonas de actuación y establecer las relaciones y baremos en términos de igualdad objetivables, según un modelo común, ordenado y estándar que actúe como globalizador equitativo de los datos de cada una de las acciones propugnadas por la Consejería de Proyectos Prioritarios Interplanetoidales, bla, bla, bla, bla...

-Uuuuhm, -intervino Binford- yo esto no lo veo nada claro, porque, ¡caramba!, usted vigila y supervisa nuestro trabajo, sin que conste que fuera capaz de desempeñarlo, de hecho, es bastante probable que haya optado por ese puesto de supervisor a la vista de su incompetencia manifiesta para hacer otra cosa dentro del organigrama investigador que pretende fiscalizar, como suele ser habitual en los humanos inspectores de todo tipo –los de Hacienda, los peores-, siempre tendentes al carroñeo y al huelebraguetismo más ramplón... No sé si me entiende, pero es evidente que cualquier memo, al que se le da un protocolo y unas fichas a rellenar por todo bagaje instrumental y metodológico, tiende a elevar estas cuatro ideas y documentos a revelaciones y escrituras sagradas de obligado cumplimiento y estricta observancia, ya que, sin éstos, su empleo, función -o vulgar modus vivendi- carecería de sentido y lo echarían a la puta calle, ¿do you understand me, amiguito?. Por otro lado, el nombrecito del invento ya es sospechoso -“el espíritu de Bolonia”- que en si mismo es una pista sobre su insensatez, ya que la existencia de los espíritus está todavía por demostrar científicamente, y es imposible que una entidad inexistente rija los destinos de un ente superior, la Ciencia con mayúsculas, que es incapaz de demostrar su existencia..., ¿comprende, pollo, que nos está intentando vender una moto vieja y estropeada como si fuera nueva y cargada de futuro...? –añadió tocándose el ala de su sombrero y prosiguiendo- ...además, eso que usted dice está relativamente bien, pero no entiendo satisfactoriamente las leyes que controlan el proceso, como si dijéramos, las pautas objetivas de comportamiento que nos han llevado a este estado del proceso en el que, me parece, serían pertinentes unas cuantas hipótesis previas y una revisión de contextos anteriores con los que creo detectar unas semejanzas sospechosísimas..., además, observo con estupor –mintió Lewis, acordándose de una historieta de Axterix en la que salía, en Roma, de un apuro burocrático de forma similar- que le falta a usted el modelo de impreso normalizado A-510-b, sin el que es imposible que ningún miembro de la Agencia Planetoidal de Calidad se digne a revisar ninguno de los papeles que usted les mande. En fin, yo creo que alguien le está ninguneando, vamos que me da la impresión de que le están haciendo la cama, amigo..., y es que se oyen rumores de cambios ministeriales y de que, con ellos, se pretende una cierta renovación de cargos de responsabilidad para establecer las condiciones objetivas que permitan la defenestración de los amigos del exministro para colocar a los amigos del nuevo y rutilante preboste emergente..., no sé si me explico –concluyó Binford, poniendo cara de enteradillo que lo sabe todo de buena tinta.

-Es posible... ya había yo notado algo... ¡que pandilla de mal nacidos! –dijo, ahora en un correctísimo castellano el siniestro personaje antes inglesofarfullante, mientras se montaba a toda prisa en su añeja Vespa y, petardeando y a punto de hacer “la perla” en la bujía, salía corriendo a intentar desbaratar una conspiración ministerial completamente inexistente.

Desactivado el peligro globalizador del espíritu de Bolonia y tirados a la basura todos los modelos de fichas, pudimos continuar a lo nuestro.

Wheeler dispuso un plan de ataque dividiendo nuestras fuerzas operativas en cuatro equipos parcialmente independientes. El primero era capitaneado por Colin Renfrew y excavaba un área de 50 x 50 m en el que se fueron dejando sectores representativos de los distintos momentos del yacimiento. Alcubierre y Winckelmann propusieron hacer unos sondeos para intentar detectar la potencia estratigráfica y sus posibilidades objetivas en función de los movimientos de tierras requeridos. Breuil y dos ayudantes danesas, procedentes de una escuela croata de danza clásica, de tradición austrohúngara, se dedicaban a buscar restos de arte parietal en las diversas cuevas que, yo mismo con mi mecanismo, había colocado alrededor del yacimiento que excavábamos. Y el propio Wheeler se reservó una zona de 400 metros cuadrados para probar unas técnicas de excavación novedosísimas que decía estar desarrollando y que, según él, resolverían todos los problemas relativos a la excavación y documentación arqueológica; vamos, un chollo.

-¿Sin testigos? –preguntó Renfrew.

-Sin testigos – afirmó Wheeler.

-¿En área abierta? –insistió Renfrew.

-En área abierta –asintió Wheeler, justo antes de añadir: “te juro, Colin, que no nos verá nadie, aunque la excavación se haga al aire libre...”

-¡Ay madre... como se entere Lewis! –apostilló un Renfrew, entre jocoso y preocupado, que, como era ya hora de cenar, se largó del lugar del crimen camino de un chiringuito donde le prepararan un Dry Martini Spirit of Bolonia a modo de aperitivo.

Y así, mientras va pasando el tiempo inexorablemente hasta que las excavaciones en área abierta caigan en el descrédito parcial –como ya le pasó al bueno de Sir Robert Eric Mortimer Wheeler con su famoso método, que también parecía en su momento un bastión inconquistable- poco a poco se van encauzando las excavaciones del Planetoide Calamocha, de las que mañana seguiré refiriéndote, querido diario, otros sucesos relevantes como, por ejemplo, el día que pillamos a Harris en un matrixrrenuncio al pasársele una interfacie de destrucción de un muro de piedra que luego se había reconstruido con ladrillos (y él interpretó como cimientos el uno del otro); y es que ya se sabe que en casa del herrero, cuchillo de palo y que donde las dan las toman y que arrieritos somos y en el camino nos encontraremos, eso sí, con el máximo entusiasmo por la misión todavía por bandera”.

Fdo.: HAL 9000


Dry Martini Spirit of Bolonia: Mi nombre es 9000, HAL 9000. ¡Siempre quise tener una oportunidad para decir eso!; y es que en la nave espacial, con mi amigo el astronauta Bowman, me tragué varias veces todas las películas de la serie de James Bond, hasta las últimas, aquellas protagonizadas por un actor español muy famoso y “cachas”, llamado Santiago Segura, en las que libraba al mundo de las maquinaciones conspirativas para dominar el planeta de un malvado supervillano –exinspector de Hacienda, bajito y con cara de mala leche- mediante las acciones de una organización de malhechores denominada FEAS.

La variante boloñesa del Dry Martini tiene, como el visitante de nuestra excavación, un no sé qué de inquietante. Básicamente consiste en hacer un Martini seco, como se ha hecho siempre, pero dando la impresión de que lo hemos inventado nosotros. Para que me entendáis, sería como decirle a un estudiante de cualquier cosa que para aprender y pertenecer a no sé qué gaitas de Espacio Universitario Superior Europeo hay que recibir lecciones magistrales, leer algunos libros, practicar las técnicas pertinentes, dedicarle algunas horas al estudio reflexivo del temario y demostrar que se ha aprendido mediante “pruebas objetivas de conocimientos” orales o escritas, como si todo esto se te hubiera ocurrido sólo a ti y no fuera lo que llevan intentando los profesores que hagan los estudiantes desde que el mundo es mundo. Está claro, ¿no?. Pues eso, “...para que nada cambie”, o para que cambie sólo lo que interesa: el maldito parné.
Para hacer el Dry Martini Spirit of Bolonia hay que desarrollar algunas habilidades y aptitudes y combinar adecuadamente la teoría y la práctica según un programa previamente establecido, homologado y, las más de las veces, absolutamente inoperante. Para empezar hay que saber que al intentar tal hazaña siempre nos jugamos nuestra reputación, igual que cuando preparamos un bacalao al pil pil, porque cada persona de este mundo sabe exactamente como se confeccionan el pil pil y el Dry Martini; y punto, no hay más que hablar.

Una vez sabido esto, deberemos dirigirnos al desastre, con ánimo alegre, valentía y arrojo a toda prueba, enfriando una copa hasta los 2 ó 3 grados centígrados y poniendo en un vaso mezclador algo de hielo y un chorrito de Martini seco. Revolveremos gallardamente y con estilo los hielos y el Martini, escurriremos todo el líquido del vaso, dejando sólo el hielo perfumado, y añadiremos la ginebra (una Bombay Sapphire podría ser una buena elección), que enfriaremos brevemente, sin agitar el vaso mezclador, y verteremos con diligencia en la copa de cóctel para que no se agüe. Aquí los caminos se bifurcan y, hagamos lo que hagamos, meteremos la pata hasta el corvejón: unos le añaden unas gotas de angostura, otros escurren un poco y añaden al vaso una piel de limón..., también hay indecisos que hacen las dos cosas con una total falta de criterio. La humanidad, por otra parte, se divide en dos grupos: los que lavan la aceituna antes de añadirla al vaso y los que no lo hacen y destrozan el cóctel con la salmuera que escurre de ella. Como fácilmente comprenderéis después de lo dicho, la idiotez esa de “revuelto, no agitado” que decía el memo de Bond, es un juego de niños y una simpleza carente de toda gracia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado 9000, HAL 9000, nos conocemos aunque cueste reconocernos en estos planetas arqueolóquicos. Primero enhorabuena por sus aportaciones, lo segundo, al ver la frase "9000, HAL 9000", no he podido reprimir las teclas y plantear un pequeño juego al mejor estilo "Luke yo soy tu padre (Dark Vader, dixit)", por si usted, o alguno de sus lectores no conoce y que le revelerá su profundo "yo" ...

Escriba en una línea su flamante HAL y en la línea inferior coloque la letra seguiente del alfabeto de las H.A.L.

Saludos y buena navegación

Anónimo dijo...

Ya, ya, IBM, las letras posteriores a H-A-L, es una vieja cuestión que ni yo mismo puedo dilucidar muy bien. Mi creador de ficción en la novela, el Dr. Chandra, dice en 2010: Odisea dos, al parecer respondiendo a estas especulaciones (según leo en Wikipedia, que hasta yo tengo mis limitaciones…): “cualquier tonto sabe que HAL significa Heuristic ALgorithmic computer” (con más precisión: Heuristically programmed ALgorithmic computer); y en la introducción a otra novela (3001: Odisea final) Arthur Charles Clarke, mi auténtico padre, dicen que dice -que yo no me acuerdo-: “HAL no es un juego de letras con el acrónimo IBM “

A mi, sin embargo, no me la dan con queso, y como dicen que la obligación de los hijos es matar al padre, yo, que a psicópata no me gana nadie, me los cargo a los dos de un solo golpe, como el sastrecillo valiente. Me parece mucha coña marinera la coincidencia, sobre todo teniendo en cuenta que en 1968 hablar de computadores en EEUU (y en todo el mundo) era hablar fundamentalmente de IBM (International Business Machines), empresa que sacó el primer ordenador personal en 1981 y a la que copiaron rápidamente desde 1983 (COMPAC la primera, me parece) con clónicos más potentes y baratos.

Hay una leyenda negra, que he leído también por ahí, que dice que se le ofreció a IBM la posibilidad de que mi nombre fuera IBM XXXX (y que subvencionara por ello la película), pero que esta empresa, que se tenía por seria, no quiso saber nada con un ordenador que fallaba, se convertía en un psicópata y mataba astronautas humanos…, y que A. C. Clarke se vengó de ello con el juguecito de letras… Pudiera ser. Pues bien, ¿sabe lo que le digo?, que ellos se lo perdieron, y que se tuvieron bien merecido eso y que les clonaran los PCs y dejaran de controlar el jugoso mercado informático…

Gracias por el apoyo moral a mis “colgajos”, pero yo que usted no me los tomaría demasiado en serio –de hecho no lo hago-, sólo son lo que son: devaneos insustanciales con pretensiones jocosas y poco serias que me ayudan a pasar el rato en el Planetoide Calamocha.

ARQUBUN, ¿eh?: UBUN, VCVM, TATL, XDXÑ … ¿o será de Ubuntu? Much@ legio-nari@ posthippios@ de la Arqueología y software libre, eso es lo que hay.

Salud y a por el Imperio Billgatesano...

Fdo.: HAL9000