Desde el puesto de criba, justo en la embocadura de la cueva, se veían todavía como hormiguitas. Habían dejado atrás las últimas casas del pueblo e iban andando por la carretera.
-Cuatro pollos a las 2 -dijo una mientras se afanaba con el cedazo con un movimiento que recordaba muy vagamente, vaguísimamente, la danza del vientre.
-Me juego el primer plato y dos slings esta noche a que vienen aquí -dijo uno sin siquiera girar la cabeza hacia el NE mientras deshacía un tormo de tierra.
-Paso del primer plato porque hoy tocan “jodías” verdes, pero veo esos slings y subo dos más a que en el bar no saben lo que es un sling -dijo otro.
-No me digaís que hay “jodías” verdes otra vez. ¡La madre que parió al “jerdoktor”! ¿Compró todas las que había en el super o qué?, -dijo otrotro mientras se hincaba de rodillas en uno de los montones de tierra de la criba, como si se sintiera ya completamente derrotado.
-¿Cómo se van a poner a subir a la una del mediodía, taraos, si además van con dos críos? -dijo otra, mientras introducía en una bolsa un pequeño fragmento de cerámica con un coqueto cordoncito digitado.
Diez minutos después ya no había duda. Los cuatro puntos, ahora más grandes, habían atravesado el puente y dejando la carretera que llevaba a Aceulli empezaban a subir por el monte.
-Se confirma. Cuatro pollos subiendo. Avisad al jerdoktor -dijo otrotro.
-¿Suben por el camino?- preguntó alguien.
-No. Por el sitio jodido. Como todos -dijo no sé quién.
En el interior de la cueva el jefe, a quien todos llamaban jerdoktor, era puntualmente informado.
-Jerdoktor, tenemos visita. Parece que está subiendo una pareja con dos críos -le dijo uno.
-Bien. Seguiremos el protocolo de costumbre. Dile a una que se encargue de ellos, yo ahora estoy muy ocupado con esta matriz de dos unidades estratigráficas. Aaah… y dile a otra que entre y que me explique qué leches entiende ella por rectificar un corte. Venga, venga, andando que es gerundio… Aaah… y diles a mengano y a zutana que vayan bajando para preparar la comida… en hora y media bajaremos nosotros…, y que cojan 5 ó 6 cubos y se lleven también el material que hemos sacado hoy. ¡Que no se olviden de bajar los bidones de gasolina... y las garrafas de gimlets… y el nivel!
-Muy bien jerdoktor -dijo uno, que se arrastraba ya por el pasillo de salida (o entrada, dependiendo de en qué sentido se transitara).
-Al Harris ese le iba yo a dar matriz… -oyó que murmuraba jerdocktor mientras se alejaba.
Cuarenta minutos después los visitantes llegaban al puesto de la criba.
-Ufff…, uuufff…, aaaggg…, joder. Fíjate que parecía que esto estaba más cerca. Aaaaggg. Vaya subida, no la recordaba yo así…aaaggg. ¡Que calor! ¿No tendréis un poco de agua? -dijo el hombre.
-Hola, pues no, lo siento. Desde que no usamos carbureros sólo subimos garrafas de Dry Martini Spirit of Bolonia -dijo una.
-¿Con la aceituna lavada o sin lavar? –dijo él.
-Sin lavar.
-Buaahhh… pues entonces paso.
Unos minutos después, una vez recuperados, empezaba una conversación.
-Así que estáis excavando -dijo el hombre.
-Pues sí. Ya ve -dijo una.
-Y ¿os sale mucho o qué?
-El volumen de materiales es importante, sí. El yacimiento es generoso.
-No me jodas… -dijo meneando la cabeza-. Fíjate Puri lo que dice… que les salen muchísimas cosas…, con la de veces que hemos estado aquí, ¿verdad?
-Papi, ¿están buscando dinosaurios? -preguntó el crío.
-No sé Cristian Sebastian -con acento en la primera “a”, sí-, ahora nos contará esta señorita. ¿Qué es lo que encontraís?
-Estamos excavando un nivel de inhumaciones de la Edad del Bronce, pero tenemos indicios de que en la cueva hay ocupaciones anteriores.
-Si ¿eh…? Rediez, que cosas. Fíjate Puri lo que dice…, no me jodas. Y ¿de cuando? -preguntó mientras empezaba a remover con su bastón de trecking tierra de la criba, como si buscara algo.
-Superopaleolíticas.
-Jodeeeer… supeee…líticas ¿eh…? Joder Puri, con la de veces que hemos estado aquí. ¿Y esto es cómo lo de Atapuerca pues, o qué?
-No, lo de Atapuerca es más antiguo.
-Lo de Atapuerca más antiguo… ¿eh? Que cosas…, así que lo de Atapuerca más antiguo… -dijo mientras se pasaba la mano por el mentón y sus ojos ligeramente entornados indicaban que se encontraba en pleno proceso de reflexión.
-Sí, cualquier cosa de Atapuerca es lo más antiguo de lo que sea.
-Si ¿eh? Atapuerca… es buen sitio ese ¿verdad… eh? ¿Y podemos ver lo que estáis haciendo?
-Faltaría más, entren. Se van a quedar un poco tiesos porque en la cueva hace frío, pero pasen. Tienen que entrar arrastrándose por ese pasillo de unos 8 metros y llegarán a la primera sala. No toquen el cuadro eléctrico que hay un poco más adelante. Pónganse estos cascos y estos frontales…aaahhh, y fírmenos este documento eximiéndonos de cualquier responsabilidad en el caso de que ocurriera algo… -dijo una.
-¿No será peligroso? -preguntó la mujer.
-No, ¡que va!, pura rutina, ya sabe. Yo entraré primero y no se separen de mí -dijo una con una amplia sonrisa que dejó ver un reluciente brillante incrustado en el segundo incisivo superior izquierdo.
-Pues no recordaba yo esto así. Puri… ¿tu recordabas que esto fuera así? –dijo el hombre-. Con la de veces que hemos estado aquí. Vaya se nota un poco de fresco.
-Pues espere a llegar a la sala. La temperatura habrá descendido a 12 grados. Fuera estamos a 38. En la Sima de los Sosos, no sólo los de Atapuerca son unos cachondos, la temperatura es de 11.
-Así que vosotros también les poneís nombres a los sitios y a las cosas que encontraís… ¿eh? Como el cráneo de Induraín… ¡que gracia me hizo!
-¿Se refiere al encontrado en Atapuerca?
-Sí, claro. ¡Que majo es el Arsuaga ese…! y los otros también eh… ¿cómo se llaman? hmmmm…, joder, nunca me acuerdo, y cuantísimo sabe.
-Ese cráneo se conoce como Miguelón. Es en honor a Induraín pero se llama Miguelón.
-¿Quién es Indurain? -pregunto la niña mientras en cuclillas empezaban a pasar todos por el estrecho y bajísimo pasillo.
-Si no se arrastran ustedes -dijo una dirigiéndose a los mayores- se van a quedar atascados.
-Es que me da no se qué manchar estas bermudas del Coronel Tapioca.
-Vamos a bajar hechos un asco…, no, si es que tienes cada idea que ya, ya –dijo la mujer.
-Papi, ¿están buscando dinosaurios…?
-¿Quién es Induraín…?
-Joder Puri…, con la de veces que habremos estado aquí… -es lo último que se alcanzó a oir desde la criba.
Quizás cerca de donde te encuentras pasando este verano haya una excavación arqueoloquica; sin ir más lejos en esa cueva que ha estado ahí toda la vida, esa que se divisa desde la terraza del bar y desde donde se controla el ir y venir del grupo de arqueolocos. ¡Quién iba a decir que hubiera ahí un yacimiento arqueoloquico! ¡Anda que no te has perdido veces en ella de jovencito con la Puri! ¡Y con la Juani…!, que por cierto, ¿qué habrá sido de la Juani? Tal vez mañana, que ya no sabes qué leches hacer en el pueblo, te de por coger a los críos y a la parienta (Dios, que mal suena lo de la parienta) y acercarte hasta la excavación, por ver. Un día cultureta. Pues bien, si es así, te voy a dar unos consejos que evitarán que los arqueolocos te claven una picoleta en la coronilla.
Lo mejor, y primero, sería que les advirtieras antes de que vaís a ir. No se trata, no, de darles tiempo para que puedan guardar todas las monedas de oro que en el pueblo dicen que están saliendo, sino de que tal vez os indiquen cómo es conveniente que vayaís pertrechados. Seguro que no te acuerdas, de todas aquellas veces que estuviste allí con la Puri y con la Juani, de que en la cueva hace un frío que te cagas. Pero en fin… lo estoy viendo venir…, ireís con chanclas (que sabido es que para ir por el monte es invento que no tiene parangón), bermuditas y camiseta de tirantes. No te faltará el bastón de trecking, o en su defecto una vara ad hoc (que seguro que lo primero que hiciste cuando llegaste este verano al pueblo fue cargarte un enebro), o la cachaba. ¿Agua? ¡Por favor...! ¿yesoqués?
Lo segundo que debes saber es que los arqueolocos no se dedican a poner estacas, clavos y gomas por el suelo por pasar el rato. Están por y para algo, y además lo cachondo del asunto es que están donde deben de estar, palabrita del niño Jesús. Así que no los pises ni les des patadas. Ni permitas que tus críos intenten quitarlos a la vez que Cristian Sebastian le dice a su hermanita -anda Jennifer Tatiana, y esto qué hará aquí-. Lo contrario significará que un arqueoloco ya estará haciéndose con la picoleta que tenga más a mano.
Lo tercero es que no te sitúes cerca de los cortes. Los cortes son esas paredes verticales de tierra que quedan cuando se ha excavado al lado. Los arqueolocos adoran tener sus cortes verticales e intactos. No te preguntes por qué, asúmelo sin más y acepta que es que son así de raritos. Y si pisas cerca de ellos, de los cortes, como son de tierra se derrumban. Si eso ocurre el arqueoloco que se ha hecho con la picoleta estará empezando a levantarla justo detrás de ti.
Lo cuarto es que antes de mover un pie debes asegurarte de dónde lo vas a poner (incluso es conveniente que pienses en un plan B). No puedes andar por un yacimiento como si estuvieras en tu casa. Asegúrate de que no vas pisar una bolsa con cabezas de fulanos que murieron hacen 4000 años (sea la fecha calibrada o no), o con cerámica, o con sílex, o con lo que sea. En realidad los arqueolocos te dirán por dónde puedes moverte y hasta dónde puedes llegar. Lo contrario significará que el arqueoloco que se ha hecho con la picoleta aún la levantará más y la estará agarrando con las dos manos justo detrás de ti con los ojos enrojecidos.
Lo quinto es que ya sé que has estado revolviendo la tierra de la criba con tu bastón de trecking y no ha pasado nada, pero ¡no se te ocurra hacer eso en la excavación! Sería muy desagradable para todos ver como llevas clavada en la cabeza una picoleta marca “Bellota”. He visto casos y te puedo asegurar que nunca será moda. Lucen poco.
Lo sexto es que no tomes ninguna decisión. Ya sé que estás viendo un corte del que salen huesos, cerámicas, sílex, incluso la cabeza de una preciosa venus. Ten por seguro que ellos, los arqueolocos, también los han visto. No tires de esa cabeza, ni de la de un fémur siquiera, ni de nada, a la vez que dices… -¿y esto por qué lo habeís dejado aquí?, toma-. “La matanza de Texas” una comedia en comparación con lo que puede pasar ahí dentro, y si encima la has decapitado ni te cuento.
Lo séptimo es que verás aparatos montados sobre trípodes. Míralos, pregunta lo que quieras, pero no los toques. No es ya que valgan una pseudoesfericidad y parte de la otra, es que están “nivelados”, y en ocasiones cuesta lograr que estén como deben de estar. No te apoyes nunca sobre un trípode, ¡jamás! (un cosa que como su nombre indica tiene tres patas), a no ser que quieras que se acuerden de tu árbol genealógico.
Lo octavo es que no tienes que demostrar que eres un machote. Saben perfectamente que lo eres y que tú solito o con uno o dos más puedes con ese pedrusco que hay ahí en medio, o que con un pico te ventilas en un pis pas ese trozo de tierra que no está excavado. No te ofrezcas a nada. A nada tío, no insistas. Sé un verdadero grosero en ese aspecto. Si lo tuyo tiene que ver con el Síndrome Genético de Auténtico Emplasto (SGAE) postúlate para subir un día el bidón de gasolina (25 litros) y quedarás como un señor.
Lo noveno es que tal vez veas que un grupo de arqueolocos, generalmente fuera, a la sombra si hay, están poniendo números y letras a los restos que han recuperado. Ellos lo llaman “sigla”. Una manía como otra cualquiera. Los restos, ya limpios, esperan su turno dispuestos en lotes, cada uno con una etiqueta que contiene datos que identifican su procedencia. Es normal que estires la mano para coger y ver de cerca ese molar con caries, o la mandíbula entera, o la venus que otro decapitó antes que tú, o ese raspador en hombrera que siempre has deseado tener a un palmo de la nariz para ver con detalle esas dos muescas tan monas, pero reprímete. Aunque no te lo creas te aseguro que tienes muy pocas posibilidades de recordar de dónde lo has cogido (y si has cogido más de uno a la vez las posibilidades son 0). Pídeles que lo que sea te lo enseñen ellos. Es también muy desagradable ver como se mueven los dedos de la mano después de que ha sido cortada del brazo de un tajo. De verdad te lo digo, desagradable desagradable. Seguro que tu pensabas que eso sólo pasaba con las colas de lagartijas, pero no.
Y lo décimo es que no tienes por qué saber gran cosa de arqueloquía, por supuesto, pero tal vez te venga bien recordar que si no hablas de fósiles mejor (salvo por cambiar de tema y en ese caso lo más socorrido es hacerlo del tiempo). No te sientas ignorado si ves que ni se han inmutado cuando has contado que de crío encontraste por ahí cerca una concha del tamaño de una sandía. Los arqueolocos pasan de conchas.
Hala pues..., y a la vuelta del verano me cuentas cómo os ha ido.
7 comentarios:
¡Buenísimo!
¡¡¡Jajajaja!!! Grande Jones!!!
La verdad que los aborígenes a veces son un problema...
Enhorabuena por el texto... como arqueólogo me he sentido muy identificado y me he reido un buen rato.
Saludos.
Gracias primer anónimo y gea. También al segundo anónimo. Que te hayas sentido muy identificado siendo arqueoloco (tal vez el primero que deja un pegote en el blog) me satisface enormemente porque tuve que hacer un extraordinario ejercicio de imaginación, no te creas.
simplemente me encanta :p futura arqueoloca si Dios quiere...
Hola Jones, soy arqueóloga y he llegado a tu blog por pura casualidad, en unos de esos conocidos ratos de asueto que una necesita para enfrentarse a las míticas y densas matrices de 2 unidades ;). He de decirte que lo que he visto me ha gustado bastante y he pasao un buen rato de relax y risas que es lo que pretendía. Este post ha sido el colofón. Gracias, me he sentido super identificada y me he reído a carcajada limpia.
Un saludo
Gracias a tí Semeya, y también a la anónima protoarqueoloca. A ver, cuentanos si quieres en que excavación te pasó algo parecido a lo que se dice en diez consejos inútiles. Y a la protoarqueoloca ¿qué te falta para dejar de serlo?
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