jueves, 8 de mayo de 2008

Chicha, cerebro y paleopatologías (II).

La Pingo
Pues eso, que no consigo recuperarme de lo del Paranthropus boisei. Lo había montado todo tan bien Vrba… y ahora va y…, lo que peor me sabe es que eso de “evolucionar en una línea para por si acaso” que decía el Patitas no le sirviera de nada. ¿Entonces? Las evidencias culturales de los coetáneos de P. robustus y P. boisei, los Homo habilis, se reducen a un conjunto de restos líticos que casi todo quisqui mandaría a cascarla por considerarlas simples pedruscos, aunque entonces fueran exponente de tecnología punta, pero no puede afirmarse de forma rotunda que “las primeras herramientas de piedra que han llegado hasta nosotros fueron fabricadas por Homo habilis”, o mejor, sólo por ellos. Es cierto que nunca hasta ahora ha aparecido una asociación exclusiva de herramientas y restos de P. boisei (siempre anda de por medio H. habilis), pero ahí están los parantropos, metidos en el ajo, y el estudio de la mano más completa de P. robustus conservada resolvió que tenían una capacidad manipuladora muy notable y que podrían haber estado en condiciones (anatómicas) de fabricarlas. Y quizá no sólo ellos. En Bouri, donde se recuperó el Australopithecus garhi, de 2.5 millones de años, se encontraron huesos de animales con marcas de corte, sin que las herramientas anden por ahí. Notable el hecho, porque si es por razones de asociación no hay mejor candidato para haberlas utilizado, y si las fabricó y utilizó se puede llegar más lejos: se las llevó consigo, lo que implica tener conciencia de hacer un uso diferido de ellas y, por tanto, un comportamiento previsor, algo muy humano, pero en un australopiteco. No hace mucho he leído que “es plausible que el manejo del fuego fuera un elemento esencial en la ‘conquista’ de la sabana abierta”. El fuego es una conquista más tardía que la nueva vuelta de tuerca climática de hace 2.5 millones de años. Las evidencias con fechas entre 1 y 1.5 millones de años son pocas, discutibles y discutidas (por más que el análisis de las anomalías magnéticas generadas por la combustiones lleve a Bellomo a distinguir entre fuegos naturales y antrópicos). Y no queda mucho más, sólo el cerebro. En el mismo sitio leí que “es razonable que la selección natural no favoreciera el aumento del cerebro entre los chimpancés o los australopitecinos, debido a los costes que ello apareja”. No cabe duda de que el cerebro es el órgano que más energía consume con diferencia, sin embargo el metabolismo basal (la energía requerida para estar aquí sin hacer nada) de póngidos y humanos es similar. ¿Cómo es eso si nuestro cerebro que es más grande ha de gastar más? Algo tiene que gastar menos. Hay otros órganos que también son grandes consumidores de energía, entre ellos el intestino. Aiello y Wheeler propusieron que el aumento del tamaño del cerebro fue posible a partir de una reducción del tamaño de las tripas, posibilitado a su vez por una cada vez mayor ingestión de chicha, de proteína animal. Esa energía sobrante (amén de que la chicha sea más energética que un hierbajo de la sabana) pudo derivarse al crecimiento de ese órgano y satisfacer las demandas de un cerebro más grande. Así que el P. boisei comería otras cosas que no pensábamos que comía, pero parece que no le dio por comer carne. Renacuajo, esto me trae a la cabeza a la pobre hormiga.