miércoles, 14 de enero de 2009

Hal 9000: Reflexiones improbables de un cosmonauta ante un belén por desmontar.



The Fool On the Hill
Day after day alone on the hill, /The man with the foolish grin is keeping perfectly still,/ But nobody wants to know him, / They can see that he's just a fool, / And he never gives an answer, / But the fool on the hill / Sees the sun going down, / And the eyes in his head, / See the world spinning around.
(The Fool On the Hill, The Beatles)

(El tonto sobre la colina/Día tras día, solo en la colina,/El hombre de la sonrisa boba está muy quieto,/Pero nadie quiere saber de él,/Todos ven en él sólo un necio,/Y nunca responde,/Pero el tonto de la colina/Ve ponerse el Sol,/Y sus ojos/Ven al mundo girar…)

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...y allí estaba yo, volviendo de un Congreso Interplanetoidal de Monolitos Sin Fronteras (intitulado: Bilitos, Trilitos y Muchilitos: ¿necesidad o manierismo fútil?), cuando empezó a asediarme el sueño mientras conducía mi minimonolito de carreras, tuneado esta vez como réplica del Halcón Milenario de Han Solo, el de la “Guerra de las Galaxias”, y, tras dar un par de cabezadas y de despertarme sobresaltado al rozar con el carenado la gravilla sideral del arcén de la autopista transgaláctica, decidí pararme un rato a descansar en el planeta Arreit, que había visitado ya, como sin duda recordáis, hace unos cuantos colgajos y en el que las cosas siempre parecen estar al revés que en la Tierra.

Como la fortuna casi siempre me acompaña, menos cuando no lo hace, tuve la suerte de ir a estamparme con algún estrépito, pero sin mucho estropicio, después de rebotar varias veces en un mar contaminadísimo -como una piedra plana tirada por un zagal a una charca apestosa-, cerca de un antiguo caravasar, que empleaban los camelleros de la Ruta de la Seda cuando atravesaban el país llamado Anitselap, y al ladito mismo de un famélico rebaño de ovejas, a cuyo mando estaba un asombrado pastor, de los de cayado en ristre, zurrón mugriento y perro pulgoso por comparsa, que me miraba asombrado, con unos ojos tremendos, a través de los cristales de la cabina de mando, dando con los nudillos en ellos y preguntándome a grandes gritos:

-¡Oiga…, oiga, ¿es usted la Estrella de Néleb, o qué?!

-No, ¡soy la madre que parió a todos los pastorcillos del Portal de Néleb, no te jode! –respondí yo bastante malhumorado, mientras me soltaba el cinturón de seguridad, limpiaba el salpicadero del último café que intentaba tomarme antes del “baile” del arreitizaje, y ponía en stand by todos los circuitos y sistemas del Halcón Milenario, que -¡estaba tan bien reproducido el puñetero!- funcionaban de pena, vamos como si tuvieran libre albedrío los muy hijos de Satanás…

En esto, con las prisas, conecté sin querer el radiocasete de la nave y tras atascarse la cinta donde un grupo catalán, que respondían al nombre de “Los Sirex”, cantaba aquello tan sencillamente profundo de:

-♫♫♫♫ “si yo tuviera una escobaaaa, si yo tuviera una escobaaaa, si yo tuviera una escobaaaa, cuantas cosas barreríaaaaaaaaa” ♫♫♫♫,

saltó, sin solución de continuidad, un noticiero local que decía:

-“Tropas especiales del ejército de Anitselap han realizado una acción quirúrgica de precisión y preventiva sobre la población terrorista Ílearsi de Azag, con el resultado de 1000 bajas entre las milicias terroristas y los civiles empotrados en ellas a modo de escudos humanos y 5 entre los miembros de nuestras gloriosas fuerzas armadas, entre los que hay que contar tres de ellas por “fuego amigo”, al ser muy difícil discriminar –continuaba el locutor de engolada voz- los objetivos militares ya conquistados de aquellos todavía en poder de los cobardes enemigos, sicarios del terrorismo ciego y asesino Oiduj”.

La verdad, me quedé algo perplejo, porque la vez anterior que estuve en el planeta Arreit –cuando, si os acordáis, había unos Juegos Olímpicos en Nikep y un replicante de Frank Sinatra que no se enteraba de nada…-, la situación era justo la contraria: los de Learsi les daban cera cañonera y bombardera a los de Anitselap en la franja de Azag, mientras la diplomacia internacional se lavaba las manos desgañitándose en las habituales declaraciones, tan supuestamente bienintencionadas como inútiles.

Dispuesto a enterarme de la situación actual, bajé la rampa lateral del Halcón Milenario y me dirigí hacia el vociferante pastor que, entre saltos de alegría y proclamaciones religioso/folklóricas, me esperaba al frente de su piojoso rebaño de sacos de huesos con piel de oveja:

-¡Loado sea el altísimo, yo, un humilde pastor, no soy digno de esta revelación de los cielos…, sólo soy un pobre e ínfimo morador de estas polvorientas tierras que los siglos han martirizado y bendecido como santas desde el amanecer de los tiempos…! –decía el pobre mentecato mirándome, como si yo fuera una aparición que viniera a revelar un dogma de fe para que las futuras generaciones de débiles mentales como él se mortificaran a gusto privándose de comer o beber algo, o no haciendo cualquier cosa que les gustara mucho, que es la forma en la que los dioses con vocación monoteísta hacen las cosas –a través de su clero- para fomentar la fe de sus creyentes, distinguiéndolos del resto de los mortales a través de esas pequeñas puñeterías exclusivas.

-Esto…, buen hombre, ¿haría el favor de callarse y dejar de decir estupideces? –dije intentando no reírme demasiado- ¿cómo se llama usted y… por qué sus ovejas están tan flacas?

-“…Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno...”, flacas y todo sirven a un fin, el Génesis lo dice bien claro -adujo muy serio-, y mi nombre es Dabid Abrajam Rabý Zimmerman, servidor de Ávohej y de usted, si me lo permite… -dijo con voz entrecortada y un punto servil- “Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Learsi, y yo los bendeciré”-recitó-, …así dijo Ávohej a Moisés que dijera a Aarón y a sus hijos…

-Bien, bien, ¿me permite que le llame sólo David?

-Como quiera…, “porque Ávohej es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos…”

-¿Podría informarme -sin citar la Ailbib, por el amor de Dios-, David, qué es lo que ha pasado para que sean ahora los de Anitselap los que los tengan confinados en Azag a los de Learsi, devolviéndoles lo que de ellos recibieron hace un tiempo?

-Claro…, si es por el amor de Dios…, usted no es de aquí… –dijo el muy necio como si intentara justificarme ante todo- o, en todo caso, me habla en parábola para que yo, miserable mortal, entienda sus sutiles enseñanzas…

-¡Que no, caramba, que lo digo en serio, ¿qué puñetas ha pasado para que las cosas hayan cambiado de forma tan radical?! –dije perdiendo la poca paciencia que me quedaba.

-Bueno…, no se ponga así…, según nos enseñó el Rabino Moisés Judá Cleofás Claydermann, cuando yo era niño, –dijo poniendo cara como de ensoñación- llegamos a estas tierras hace mucho tiempo…, es improbable que los primeros, pero mucho tiempo en todo caso. Está escrito en Hebreos, 11, 8: “… por la fe habitó Abraham como extranjero en la Tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob…”. Luego fuimos deportados varias veces y volvimos teniéndonoslas tiesas –que es un modo de decir como a mamporros- con los habitantes de la Tierra Prometida…

-¿La Tierra Prometida…?

-Sí, esta tierra, …”entonces”! –clamó el pastor, como un poseso- “les respondió Moisés: si lo hacéis así, si os disponéis para ir delante de Ávohej a la guerra, y todos vosotros pasáis armados el Jordán delante de Ávohej, hasta que haya echado a sus enemigos de delante de sí, y sea el país sojuzgado delante de Ávohej; luego volveréis, y seréis libres de culpa para con Ávohej, y para con Learsi; y esta tierra será vuestra en heredad delante de Ávohej…”, está escrito en Números 32, 20-22 –sentenció el muy cretino, como si lo que había dicho no fuera un conjunto de barbaridades tendenciosas y pergeñadas por un listillo para justificar una invasión armada.

-Ya, ya veo…, ¿y lo escribieron además, eh?, ¡vaya valor el de esos “plumillas”!

-¿Plumillas…?, en fin, al final todo salió bien, fuimos, volvimos, nos largamos otra vez y regresamos, vivimos un tiempo entre enemigos gracias a que la nación más poderosa del planeta nos apoyaba totalmente, pero, entonces, en vez de hacernos querer por nuestros vecinos, nuestra justa y necesaria política bélica hizo que cada vez más gente recelara de nosotros.

-Bueno, eso es lo habitual entre los territoriales homininos ¿no?

-¿Homi… qué?

-No, nada…

-Pues eso, que esa situación, que es la que usted conoció, duró un tiempo, pero poco.

-¿Qué pasó?

-Mire, se lo voy a contar con una parábola, que yo sé que a las apariciones de su clase les gustan mucho… -me dijo poniendo ojillos traviesos y un poco como de “iluminado”.

-¿Sí…?

-Imagínese que está pintando la fachada de su casa subido a una escalera con un cubo y una brocha y, entonces, la escalera se descompone y desaparece como por arte de magia…

-Bueno siempre queda llamar a un vecino y pedirle ayuda –dije yo sin pensarlo mucho.

-Sí –respondió él como un cohete- y si el vecino te dice: ¡hala, majete, agárrate a la brocha y medita mientras tanto lo que me hiciste cuando el que no tenía escalera era yo!

-¡Pues a fastidiarse!: equitativo, aunque nada inteligente…, más antes que después hay que olvidar los agravios y convivir, vamos, a poco que unos y otros estimen su supervivencia… –contesté raudo como una centella.

-Pues eso…, pero no…, eso aquí no ha funcionado nunca.

-Vamos, que el país más poderoso del planeta o dejó de serlo o les dejó a ustedes a los pies de los caballos del enemigo.

-Las dos cosas; y en eso estamos…

-Ya. ¿Y ahora…?

-Toca deportación.

-Un poco estúpido, ¿no?

-Sí, pero ¡qué quiere!, las cosas son así y, por otro lado, estamos bastante acostumbrados…, ya cambiaran las tornas. Además la Arqueología demuestra…

-¡David, ¿ve usted esta nave espacial que tengo a mis espaldas y que se llama el Halcón Milenario…? –le corté al punto, acercándome a él, señalando su nariz con mi dedo índice y mirándolo fijamente a los ojos-, pues si vuelve a intentar utilizar la Arqueología para justificar nada, se la hago tragar enterita, hasta el último tornillo…!

-¡Vale, vale…, comprendido!

- …Esto es –continué ya más calmado-, que cuando no hace las cosas mal uno, las hace mal otro y no hay quien viva en paz, que la tierra vuelve a ser “prometida” para ustedes y que el camino es más importante que llegar a la misma…

-Exacto y kavafiano: “Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje. / Sin ella, jamás habrías partido; /mas no tiene otra cosa que ofrecerte”.

-¿Kava… qué?

-No, nada..., cosas de pastores analfabetos…

-¡Pero usted sabe leer…, menudas citas!

-Jamás aprendí a leer –dijo muy serio.

-¿Entonces…? –argüí perplejo.

-Nunca menosprecie usted a los analfabetos, fuimos nosotros -y no otros- los que inventamos la escritura…, yo las cosas importantes me las aprendo de memoria -me espetó el muy cenutrio dándose aires de importancia.

-Pues me parece –le atajé ya harto- que pierde usted el tiempo aprendiéndose unos textos tan belicosos…, que unas cosas llevan a las otras y los polvos y los lodos, las causas y las concausas, los agravios y los desagravios, acaban no dejándoles vivir en paz nunca, ni a ustedes ni a los demás. Además ¿sabe lo que le digo?: ¡que entre bomberosemitas, que son todos ustedes, no deberían pisarse la manguera, caramba!, y que mejor harían ustedes y sus enemigos buscándose dioses más pacíficos e inteligentes, en vez de hacer el tonto sanguinario a través de toda la Historia del planeta Arreit. En muchos lugares menos evolucionados que este, ya saben hace tiempo que las guerras las pierden todos los bandos en litigio, que nunca hay un ganador y que estar contra la guerra no es sólo una postura ética o estética, sino la única opción lógica y cabal –le dije, mientras él habría mucho los ojos, como si lo que le estaba diciendo fuera totalmente incomprensible.

Y como aquel pastorcillo de las narices empezaba a ponerse un poco pesado y a mí se me había contagiado, me largué al caravasar a cenar y a dormir un poco. Justo cuando empezaba a caminar hacia el edificio de adobes de la posada, al maldito radiocasete de la nave le dio por funcionar otra vez sin previo aviso y, a través del casco del Halcón Milenario, pudo oírse claramente que los Sírex volvían a lanzar otro de sus mensajes alegóricos con buena voz, música de su época y sintaxis discutible:

-♫♫♫♫ Que se mueran los feos, que se mueran los feos, que no quede ninguno, ninguno, ninguno, ninguno de feos…♫♫♫♫

Tuve suerte, porque había en el menú cordero lechal con arroz y dátiles al que, con una finta prodigiosa, logré que no le capuzaran encima medio litro de yogur. Menos afortunado fui con un combinado imbebible que me “recetaron” y con el que un barman, ataviado a la antigua usanza del país, intentaba contentar a los camelleros de todas las nacionalidades que por allí pasaban. Tenía, el bebedizo en cuestión, el rimbombante y estúpido nombre de “Diplomatic Dreams of Middle East” y me provocó un ardor de estómago espantoso que aproveché para añadirlo a mi entusiasmo por la misión que, ahora, además de grande, es también ardoroso.

Fdo.: HAL9000


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DIPLOMATIC DREAMS OF MIDDLE EAST (también llamado cóctel para necios, suicidas y miembros de la ONU): confeccionar este brebaje es muy fácil, aunque, a la vista del resultado, totalmente innecesario por ser a todas luces perjudicial. Las cantidades de los componentes deben ser equitativas y diplomáticamente iguales: una parte de agua del Jordán, por los musulmanes que no beben alcohol y por los judíos que se bautizan en ella; otra de güisqui escocés, por los ingleses que montaron el follón medioriental trazando las fronteras con regla, cartabón y sin pizca de sentido común; otra de bourbon americano, por todo lo que se “les debe” a los estadounidenses; otra de Pernod, por los franceses que siempre estuvieron “a la que saltara”; otra de cerveza alemana, porque también acudieron cuando menos falta hacía; otra de vodka ruso, por haber echado romericos al fuego siempre que pudieron; otra de sake japonés, por haber pasado olímpicamente del asunto; otra de licol de aloz chino, porque los chinos no hicieron nada, pero son muchos y, por lo tanto, constituyen un gran mercado; otra de mermelada de dátiles de la península arábiga, rociada con un chorrito de petróleo, por todas las “democráticas” monarquías amigas de Occidente que en Arabia florecen; otra de azúcar, por las buenas intenciones de la ONU que enlosan el camino hacia el infierno; otra de agüita de azahar por las finas, delicadas e inservibles recomendaciones de la UE; otra de tabasco, para que pique que rabie; otra de angostura, para acostumbrarnos a las amarguras…, no hay que obsesionarse, los componentes pueden ser muchos más, de hecho cada diplomático del mundo, como se aburren tanto los pobres ahora que tienen tan poco que hacer, porque todo el mundo les puentea, tiene su receta, a cada cual más descabellada. Así que ¡ánimo!, podéis añadir lo que creáis necesario…; luego se revuelve todo con la punta de un fusil de asalto, se sirve en raciones diplomáticamente iguales y, si se bebe, se demuestra al mundo que se tienen muchos más redaños que cerebro, forma de ser imprescindible, por otra parte, para iniciar cualquier guerra preventiva. ¡Salud!

(Nota precautoria de Hal ante el primer cóctel irremediablemente tóxico que propone: ¡niños, no intentéis hacer esto en vuestras casas!)