jueves, 27 de noviembre de 2008

No sólo pimentos.

Chicos –y chicas-, parece que este blog tiene algún problema. Uno ya lo había identificado yo hace un par de meses, aunque ahora ha sido cuantificado: “dedicación, 20%”, o sea, un suspenso de tomo y lomo. Sin duda la causa es el llamado “efecto confusión” que sufro desde hace unas lunas; sí, sí, el “efecto confusión”, el mismo que sufren los depredadores cuando los individuos de un grupo al que acechan o con el que se topan salen disparados en todas las direcciones posibles (menos una a poder ser) y no saben durante décimas de segundo (que pueden significar la diferencia entre llenar el estómago o seguir oyendo como te zurren las tripas) cuál fijar. Ha habido tantas noticias de interés últimamente que he salido corriendo detrás de todas ellas sin acabar con ninguna, así que he hecho el firme propósito de que ya vale. He decidido que a partir de ahora me voy a centrar en individuos solitarios, que son más difíciles de ver, más escurridizos, que están más atentos a lo que ocurre en su entorno que los otros, pero que si los tienes a tiro, catapum.

El otro es que los colgajos son “papiros”. Aquí la cosa es más jodida, pero tiene arreglo. Es más jodida porque a mí siempre me ha gustado la cocina tradicional, sólo por el mero hecho de sentir que has comido, pero si hay que hacer nueva cocina, en la que casi necesitas de un GPS para localizar la angula –que por cierto, no me dicen ni hola- en un océano de plato, haré algunas probatinas de nueva cocina. En cualquier caso creo que esto es una cuestión de gustos, y ya se sabe que los gustos son como las opiniones, y las opiniones como los culos, que cada uno tiene el suyo. Uno de los individuos que me habían salido corriendo pallá pallá era el de un reciente hallazgo de ocre. Estaba yo haciendo un “papiro” sobre el ocre en la prehistoria y el debate que a partir de la publicación de Wreschner del año 1980 (Red ochre and human evolution: a case for discussion) se abrió sobre eso, sobre el ocre rojo y la evolución humana y su papel en el origen del comportamiento simbólico, cuando he decidido dejar de cocer el guiso y presentar un plato frío, sin más. A efectos de posibles cómputos el colgajo empieza a partir de ahora.
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“Con este almagre que es la sangre petrificada de la tierra os devolvemos el rubor de la vida, para que vuestro corazón vuelva a latir en la nueva existencia hacia la que os encamináis… la única manera que se conoce de formar parte del Pueblo Eterno después de la muerte es que el ocre sagrado le devuelva a la carne el color de la vida”. En la novela de J.A. Arsuaga “Al otro lado de la niebla”.

Mortero de ocre.


Hace unos días un geólogo y profesor de la Universidad de Cantabria encontró en el Abrigo de la Magdalena, cerca de Vidiago (Asturias), un depósito de ocre. Al parecer no se trata de una veta, como la que él mismo localizó hace un año o así en la cueva de El Oso, en el Monte Castillo (Puente Viesgo, Cantabria), con signos se haber sido explotada a lo largo de distintas épocas según se desprende de varias dataciones (la más antigua de hace 22.000 años), sino de un depósito intencional en el interior de una gatera, de un almacén que, según sus estimaciones, podría haber alcanzado hasta los 3 metros cúbicos. O sea, ocre como para dar y, mejor aún, vender, a medio camino entre las cuevas de Tito Bustillo y El Pindal.
Posiblemente la primera asociación entre restos humanos fósiles y ocre rojo fue la que se constató en el año 1823, cuando W. Buckland descubrió el esqueleto de la llamada “dama roja de Paviland”. Roja porque (afirmativo) sus huesos estaban teñidos de ocre rojo, y dama porque portaba elementos de adorno. Buckland pensó que se trataba del esqueleto de una prostituta que había ejercido en época romana, aunque en realidad era el de un joven varón, de unos 21 años, que existió mucho antes. Su datación es de 26.350 ± 550 BP, es decir, del Paleolítico Superior.
La relación entre el hombre y el ocre está constatada, con todo, mucho antes. Ya aparece este mineral asociado a restos de Homo en yacimientos de hace 300.000 años (aquí habría la güeva que decir).

Mujer de la tribu Himba (dicen que las más bellas de África) con la piel cubierta con una mezcla de ocre y manteca.


Utilidades del ocre en la prehistoria: se incorporó a las resinas en la fabricación de mastics o pegamentos empleados para la fijación de los artefactos; como conservante de las pieles; como colorante en las pinturas rupestres (el ocre amarillo pasa a rojo mediante calentamiento); en los ritos funerarios (a partir del paleolítico superior espolvoreado sobre los cuerpos); posiblemente como pigmento utilizado en el adorno corporal –dando inicio a la floreciente industria cosmética. La prueba más antigua de la mineria del ocre procede de Lion Cave (Swazilandia), hace 43.000 años con seguridad (tal vez hasta 110.000).

A ver si aprovecha, aunque yo con esto me habría quedado sin comer. Por cierto, el título tiene un errata: donde dice "pimentos" debería decir "pigmentos".