viernes, 6 de junio de 2008

Los "Lolos". Temporada IX milenio BP.

Evidencias de calzado en Arnold Research Cave. En el centro la sandalia de 8325 a 7675 años cal. BP.


Andaba yo el otro día buscando a alguien a quien encargar la gestión de nuestra boutique dedicada a vestir a los arqueolocos, “Para ir con un pincel”, y finalmente me decidí por “Mrs. de Winter”. Le dejé un pegote en su blog pero me parece a mí que será que no. De hecho ya ha dicho que “hasta donde yo sé la moda para ir al yacimiento que toque es lo menos glamuroso del mundo”. Desde su blog enlacé con otros, todos muy fashion, y en uno de ellos, que me ha inspirado este colgajo, me di de morros con los zapatos esos que…, sí hombre, sí… esos que…, esos que llaman…¿cómo los llaman?, uuhmm…, ¡Manolos!..., eso…, ¡Manolos!

Las evidencias directas más antiguas de calzado se han registrado en yacimientos de Norteamérica. La colección recuperada de sandalias, slip-ons y mocasines en yacimientos como Chevelon Canyon, Arnold Research Cave, Sand Dune y Dust Devil Caves, o en Fort Rock Cave, o en los abrigos de las montañas Ozark (como Elk Spring), o en Cowboy y Walters Cave y otros de la meseta central de Colorado, es importante y viene a cubrir casi todo el Holoceno. Las más antiguas datadas directamente proceden de Fort Rock (9000 cal BP), un par de slip-ons realizadas con corteza de Artemisia tridentata, y de Arnold Research Cave. Aquí han aparecido numerosos restos, algunos fragmentarios, otros completos o casi completos (hasta 18), la mayoría de ellos sandalias realizadas con fibras de Eryngium yuccifolium (rattlesnake master), una especie de cardo que servía de antídoto contra las picaduras de serpientes cascabel (en los abrigos del oeste de Texas se utilizaba por lo común la hoja de agave, pita). La más antigua de la serie de esa cueva es una sandalia (entre 8325 y 7675 cal B.P), y el más moderno un mocasín de cuero (entre 1040 y 780 cal B.P.). También en Chevelon Canyon hay una sandalia con cronología tan antigua como las dos primeras citadas.

En Europa no hay restos directos de esas cronologías. Como evidencias indirectas tenemos una pisada sobre un suelo blando registrada en la gruta de Fontanet, correspondiente al Paleolítico Superior, que se ha interpretado como producto de un pie cubierto por algo blando y flexible como un mocasín; o los enterramientos 1, 2 y 3 de Sungir (24.000 BP) en los que aparecen numerosas cuentas de marfil aparentemente cosidas a las vestimentas, cubriendo también los pies. No parece que fuera momento para ir con los pies descalzos, la verdad, aunque en cuevas con arte parietal y en sistemas kársticos hay huellas de pies desnudos que indican que esas gentes del Paleolíco Superior frecuentemente iban por ahí así (aunque igual era por motivos religiosos). La ausencia de estas evidencias quizás pueda ser suplida por otros datos que hablan de la antigüedad del uso de fibras para fabricar cordajes, textiles y otros objetos trenzados. Hay evidencias en Mezhirich y en Kosoutsy (sobre el 17.000 BP), en Ohalo II (19.000) y en Pavlov I y Dolni Vestonice I y II (25.000 a 27.000), aunque no se puede definir, bien porque se trate de fragmentos, bien porque sean sólo restos de impresiones, el objeto del que formarían parte; y también hay alguna representación mobiliar.
Antes de ese momento no hay evidencia arqueológica del uso de una protección artificial para los pies. E. Trinkaus (2005) indica que lo único relacionado sería una pisada aislada de la cueva de Vartop (Rumanía), probablemente de un neandertal, dada su cronología, y que fue hecha por una persona descalza, que posiblemente lo iba de forma habitual dado el grado de divergencia medial del hallux. Así que para sobrevivir descalzo durante un invierno del período glacial, los humanos del Pleistoceno Superior deberían haber tenido alguna forma de aislamiento en sus pies, y Trinkaus considera que ese aislamiento podría estar apoyado en consideraciones de la fisiología termal humana, en el contexto de las variaciones de las proporciones del cuerpo humano en el Plesitoceno Superior. Humanos actuales exhiben una variedad de ajustes vasoreguladores, heredados y adquiridos, que limitan la tendencia a desarrollar daños en los tejidos de manos y pies bajo condiciones frías, y es probable que similares ajustes habrían protegido a aquellas gentes. La cuestión es, pues, cuándo y en qué contexto las poblaciones humanas hicieron un uso frecuente del calzado.
Trinkaus ha considerado estos años que hay un marcado decrecimiento en la robustez de la zona media de las falanges proximales de los pies, que resultaría llamativo en un contexto de pocos cambios en cuanto a eso, robustez, en las extremidades inferiores entre los últimos humanos arcaicos y primeros modernos del Paleolítico Medio por un lado y los humanos del Paleolítico Superior medio (gravetienses) por otro. Ese cambio pudo tener lugar por una reducción artificial, o dispersión, de las fuerzas de reacción de la tierra (cuando se anda) en los músculos de los dedos por algún tipo de protección, que en su opinión pudo ser habitual a partir del 28.000 o incluso del 32.000 BP. En un reciente trabajo esta fecha se podría elevar hasta el 40.000 a tenor de haberse observado esa pérdida de robustez del esqueleto 1 (parcial) de Tianyuan (Trinkaus y Shang 2008).