jueves, 28 de agosto de 2008

Isotopos y paleodietas.

Hace unos colgajos –en Chuletones de vaca-, y a cuento de un artículo de Michel P. Richards (et al.) que se acababa de publicar en JHE con el título de Isotopic dietary analysis of a Neanderthal and associated fauna from the site of Jonzac (Charente-Maritime), mencionábamos los análisis isotópicos como medio para obtener información acerca de la dieta de antiguas poblaciones (paleodieta), que no es lo mismo, añado de inmediato, ipso facto, al tiro, que su caracterización nutricional. Para determinar el estado nutricional, el estado de salud de una población, se utilizan otra serie de indicadores, como los de stress episódicos y los de enfermedades, que hoy dejaremos a un lado.

Para investigar sobre ese asunto, sobre lo que comían esas gentes, se pueden aplicar métodos indirectos (alguno ya se mencionó) y métodos directos. Los análisis isotópicos tienen este carácter, directo, como también lo tienen los análisis de oligoelementos (por ejemplo Sr/Ca), de coprolitos, o el estudio del microdesgaste dentario y de los patrones de estriación dentaria, de los que tampoco nos vamos a ocupar ahora.

La utilización de isótopos estables en arqueoloquía para el conocimiento de las dietas humanas del pasado se remonta a la década de 1970, y los más usados son los del carbono (C12/C13) y nitrógeno (N14/N15). La relación entre ambos isótopos de cada elemento se expresa como δ13C y δ15N en ‰. La ratio del carbono nos indica si las proteínas aportadas a la dieta tienen un origen marino o terrestre, o si provienen de plantas C3 o C4 (algo de lo que también se habló en aquel colgajo y luego en el de Chapulines al ajo…, y que, añado, en Europa es de escasa relevancia porque la mayor parte de las plantas disponibles fueron C3), y la ratio del nitrógeno la proporción entre proteínas vegetales y proteínas animales consumidas, lo cual es a su vez un indicador de la posición en la cadena trófica, discriminando entre herbívoros, carnívoros y omnívoros; y así es que en el artículo citado (y haciendo referencia a todos los estudios anteriores sobre la dieta de los neandertales) se llegase a decir que estos “tenían valores de δ15N similares o más altos que los carnívoros ‘top-level’ de esos sitios”, conduciendo a los investigadores a concluir que “los neandertales fueron también carnívoros de alto nivel en esos ecosistemas”. Por supuesto, para decir eso es obvio que resulta necesario conocer los valores δ13C y δ15N de la fauna que aparece en los yacimientos, que también son obtenidos, claro, con objeto de poder situar los de los humanos en relación con aquéllos y poder reconstruir así las relaciones tróficas.




Valores δ13C y δ15N en diferentes ecosistemas y niveles tróficos. La sestrellas indican los valores de los neandertales estudiados.


Este tipo de análisis se ha aplicado a gentes de todas las épocas, desde el hombre de Similaun, hasta otros del siglo XIX, pasando por egipcios, romanos, vikingos o incas, y no sólo para conocer el tipo de alimentación en cada lugar y momento, sino también para determinar si se dieron diferencias en el acceso a los recursos alimenticios en relación al sexo o estatus social de los individuos, o la edad de destete (método indirecto, a su vez, para investigar la fertilidad en esas poblaciones) y el tipo de alimentación infantil…, o incluso aspectos relativos a la movilidad de esas gentes y para establecer qué individuos eran residentes y cuáles inmigrantes, aunque para estas cuestiones sobre movilidad se utilizan otros isótopos estables: dos del azufre (S34/S32) o del estroncio (Sr87/Sr86). El asunto del destete, en el que tampoco vamos a entrar porque yo en realidad de lo que quería hablar era de neandertales, es en cualquier caso especialmente complejo. En el momento del nacimiento los valores δ15N de los críos son como los de la madre, ya que hasta entonces han recibido a través de la placenta los alimentos que ella ha ingerido. Con el amamantamiento ese valor se sitúa un 3-5‰ por encima de los de la madre porque, por decirlo de alguna manera, actúan como “depredadores” de la misma, situándose un peldaño por encima en la cadena trófica. La cuestión es que como si se analizan huesos se trata de críos que murieron muy pronto… ¿murieron porque había llegado su hora o porque tuvieron un destete temprano? Eso evidentemente no los haría representativos de la población. Una manera de abordar este problema es analizar los isótopos estables de los dientes de los individuos adultos, que se formaron en edad infantil y que no remodelan a lo largo de la vida del individuo. Esto nos conduce a una cuestión del método que obviamente me alarga el colgajo.

Estos análisis se pueden hacer sobre cualquier tejido o resto de nuestro cuerpo, pero en condiciones normales de nuestro cuerpo sólo suelen conservarse huesos y dientes. La mayor parte de los estudios se realizan sobre la parte orgánica –colágeno- de los huesos. Otros analizan los isótopos estables de la dentina de los dientes. La información en uno y otro caso es diferente. Los huesos están sujetos a procesos de remodelación ósea a lo largo de la vida de un individuo, de manera que su composición varía. La tasa de cambio del colágeno se ha estimado entre 5 y 20 años, de manera que analizando un hueso se obtiene información sobre el tipo de dieta de un individuo durante, digamos, la última década de su existencia. En cambio la dentina no se remodela sino que permanece estable desde el momento en el que se forma. Como los distintos dientes tienen distintos períodos de mineralización se sabe en qué momento de la vida de un individuo se formó la dentina. Si se estudian distintos dientes de un mismo individuo se puede conocer la dieta en esas distintas etapas, cuando se forma la dentina, y si además se estudia alguno de sus huesos ese rango se amplia (si el individuo murió con cierta edad). De manera que no sólo podríamos saber cuál fue su dieta un tiempo antes de morir sino si hubo cambios en su nutrición y estilo de vida a lo largo de su permanencia en este valle de lágrimas.

Pues bien, volviendo a lo que quería decir, he visto que estos días aparecía en la prensa que Ralf W. Schmitz había aplicado esta técnica a restos de un neandertal conservados en el Museo Neanderthal de Mettmann (no sé si a los aparecidos en el año 1856 en la cueva de Feldhofer, o a otros hallados a principios de esta década en la misma zona), concluyendo que se alimentaba casi exclusivamente de carne y que, aunque vivía a orillas del río Düssel, el pescado ni lo probaba. Apostillaba Michel P. Richards, del Instituto Max-Planck de Antropología Evolucionista, que tal hecho es concordante con las investigaciones más recientes acerca de los detalles dietarios de los neandertales; y que esas investigaciones, que incluyen especímenes recuperados desde Croacia hasta Francia, muestran que la dieta de esos europeos prehistóricos se componía casi exclusivamente de carne, al punto que “sus costumbres alimenticias no tenían diferencias con las de otros mamíferos carnívoros como los lobos”.

Las investigaciones a las que se refiere Richards son la pionera del yacimiento francés de Marillac (hoy “Les Pradelles”) en 1991 (Bocherens et al.) y en 1995 (Fizet et al.), a las que luego se han ido sumando las de los también franceses de Saint Césaire (Bocherens y Drucker, 2003; Drucker y Bocherens, 2004) y el propio Jonzac (Richards et al. 2008), los belgas de Scladina y Awirs (Bocherens et al., 1999, 2001) y el croata de Vindija (Richards et al., 2000). Ambrose (1998) lo intentó con un neandertal de Oriente Medio pero la muestra de colágeno conservado resultó ser muy pobre.

Valores δ13C y δ15N de los neanderthales estudiados.


En total son trece individuos adultos, ahora parece que catorce, y todos los estudios han sugerido que los marcadores isotópicos de los neandertales eran muy similares a los de carnívoros estrictos encontrados en los mismos yacimientos (como leones de las cavernas, por ejemplo), indicando que la dieta de esas gentes estaba dominada por la ingesta de carne de grandes herbívoros, lo cual resulta concordante con otros datos, como los zooarqueoloquicos, es decir, los restos de fauna asociados a los yacimientos (Gaudzinski, 1996) o los modelos de desgaste dentario (Lalueza Fox y Pérez Pérez, 1993). Esto no resuelve, en cualquier caso, otras cuestiones relacionadas con el comportamiento dietético, tales como si los neandertales eran cazadores o adquirían la carne mediante carroñeo (Binford, 1988; Mellars, 1989; Patou, 1989; Marean, 1998), si sus estrategias de caza diferían de las de los primeros humanos modernos (Chase, 1987; Stiner, 1994; Marean y Assefa, 1999; Pike-Tay et al., 1999; Hardy et al., 2001; Speth y Tchernov, 2001) y si diferencias en la dieta y en la salud podrían dar cuenta de la transición entre el Paleolítico Medio y el Superior y de la extinción de los neandertales (Skinner, 1996; Cachel, 1997). Una subsistencia basada casi por completo en el consumo de carne de herbívoros parece observarse también en Homo sapiens sapiens de principios del Paleolítico Superior (36000–29000 años B.P.), pero hacia el 28000 B.P. se empezaría a introducir en la dieta proteínas procedentes de ecosistemas acuáticos, sobretodo de agua dulce (Richards et al., 2000, 2001). Este proceso se conoce con el nombre de Revolución de Amplio Espectro ya que implica la diversificación de las fuentes alimenticias, que se hace todavía más patente en períodos posteriores.

No obstante, en el año 2006 V. Balter y L. Simon publicaron un artículo también sobre la dieta del neandertal de Saint Césaire, pero en esta ocasión utilizando datos de las ratios de elementos traza (Sr/Ca y Ba/Ca) de la fracción mineral del hueso –hidroxiapatita- (Diet and behavior of the Saint-Césaire Neandertal inferred from biogeochemical data inversion). Las conclusiones en este caso no fueron concondartes con estudios previos ni tampoco con la evidencia zooarqueológica. Contrariamente a lo indicado hasta ahora se decía que el pescado pudo haber significado una importante proporción en la dieta de ese neandertal, hasta el 30%.

lunes, 11 de agosto de 2008

Diez consejos inútiles, lo sé.

Desde el puesto de criba, justo en la embocadura de la cueva, se veían todavía como hormiguitas. Habían dejado atrás las últimas casas del pueblo e iban andando por la carretera.

-Cuatro pollos a las 2 -dijo una mientras se afanaba con el cedazo con un movimiento que recordaba muy vagamente, vaguísimamente, la danza del vientre.
-Me juego el primer plato y dos slings esta noche a que vienen aquí -dijo uno sin siquiera girar la cabeza hacia el NE mientras deshacía un tormo de tierra.
-Paso del primer plato porque hoy tocan “jodías” verdes, pero veo esos slings y subo dos más a que en el bar no saben lo que es un sling -dijo otro.
-No me digaís que hay “jodías” verdes otra vez. ¡La madre que parió al “jerdoktor”! ¿Compró todas las que había en el super o qué?, -dijo otrotro mientras se hincaba de rodillas en uno de los montones de tierra de la criba, como si se sintiera ya completamente derrotado.
-¿Cómo se van a poner a subir a la una del mediodía, taraos, si además van con dos críos? -dijo otra, mientras introducía en una bolsa un pequeño fragmento de cerámica con un coqueto cordoncito digitado.

Diez minutos después ya no había duda. Los cuatro puntos, ahora más grandes, habían atravesado el puente y dejando la carretera que llevaba a Aceulli empezaban a subir por el monte.

-Se confirma. Cuatro pollos subiendo. Avisad al jerdoktor -dijo otrotro.
-¿Suben por el camino?- preguntó alguien.
-No. Por el sitio jodido. Como todos -dijo no sé quién.

En el interior de la cueva el jefe, a quien todos llamaban jerdoktor, era puntualmente informado.

-Jerdoktor, tenemos visita. Parece que está subiendo una pareja con dos críos -le dijo uno.
-Bien. Seguiremos el protocolo de costumbre. Dile a una que se encargue de ellos, yo ahora estoy muy ocupado con esta matriz de dos unidades estratigráficas. Aaah… y dile a otra que entre y que me explique qué leches entiende ella por rectificar un corte. Venga, venga, andando que es gerundio… Aaah… y diles a mengano y a zutana que vayan bajando para preparar la comida… en hora y media bajaremos nosotros…, y que cojan 5 ó 6 cubos y se lleven también el material que hemos sacado hoy. ¡Que no se olviden de bajar los bidones de gasolina... y las garrafas de gimlets… y el nivel!
-Muy bien jerdoktor -dijo uno, que se arrastraba ya por el pasillo de salida (o entrada, dependiendo de en qué sentido se transitara).
-Al Harris ese le iba yo a dar matriz… -oyó que murmuraba jerdocktor mientras se alejaba.

Cuarenta minutos después los visitantes llegaban al puesto de la criba.

-Ufff…, uuufff…, aaaggg…, joder. Fíjate que parecía que esto estaba más cerca. Aaaaggg. Vaya subida, no la recordaba yo así…aaaggg. ¡Que calor! ¿No tendréis un poco de agua? -dijo el hombre.
-Hola, pues no, lo siento. Desde que no usamos carbureros sólo subimos garrafas de Dry Martini Spirit of Bolonia -dijo una.
-¿Con la aceituna lavada o sin lavar? –dijo él.
-Sin lavar.
-Buaahhh… pues entonces paso.

Unos minutos después, una vez recuperados, empezaba una conversación.

-Así que estáis excavando -dijo el hombre.
-Pues sí. Ya ve -dijo una.
-Y ¿os sale mucho o qué?
-El volumen de materiales es importante, sí. El yacimiento es generoso.
-No me jodas… -dijo meneando la cabeza-. Fíjate Puri lo que dice… que les salen muchísimas cosas…, con la de veces que hemos estado aquí, ¿verdad?
-Papi, ¿están buscando dinosaurios? -preguntó el crío.
-No sé Cristian Sebastian -con acento en la primera “a”, sí-, ahora nos contará esta señorita. ¿Qué es lo que encontraís?
-Estamos excavando un nivel de inhumaciones de la Edad del Bronce, pero tenemos indicios de que en la cueva hay ocupaciones anteriores.
-Si ¿eh…? Rediez, que cosas. Fíjate Puri lo que dice…, no me jodas. Y ¿de cuando? -preguntó mientras empezaba a remover con su bastón de trecking tierra de la criba, como si buscara algo.
-Superopaleolíticas.
-Jodeeeer… supeee…líticas ¿eh…? Joder Puri, con la de veces que hemos estado aquí. ¿Y esto es cómo lo de Atapuerca pues, o qué?
-No, lo de Atapuerca es más antiguo.
-Lo de Atapuerca más antiguo… ¿eh? Que cosas…, así que lo de Atapuerca más antiguo… -dijo mientras se pasaba la mano por el mentón y sus ojos ligeramente entornados indicaban que se encontraba en pleno proceso de reflexión.
-Sí, cualquier cosa de Atapuerca es lo más antiguo de lo que sea.
-Si ¿eh? Atapuerca… es buen sitio ese ¿verdad… eh? ¿Y podemos ver lo que estáis haciendo?
-Faltaría más, entren. Se van a quedar un poco tiesos porque en la cueva hace frío, pero pasen. Tienen que entrar arrastrándose por ese pasillo de unos 8 metros y llegarán a la primera sala. No toquen el cuadro eléctrico que hay un poco más adelante. Pónganse estos cascos y estos frontales…aaahhh, y fírmenos este documento eximiéndonos de cualquier responsabilidad en el caso de que ocurriera algo… -dijo una.
-¿No será peligroso? -preguntó la mujer.
-No, ¡que va!, pura rutina, ya sabe. Yo entraré primero y no se separen de mí -dijo una con una amplia sonrisa que dejó ver un reluciente brillante incrustado en el segundo incisivo superior izquierdo.
-Pues no recordaba yo esto así. Puri… ¿tu recordabas que esto fuera así? –dijo el hombre-. Con la de veces que hemos estado aquí. Vaya se nota un poco de fresco.
-Pues espere a llegar a la sala. La temperatura habrá descendido a 12 grados. Fuera estamos a 38. En la Sima de los Sosos, no sólo los de Atapuerca son unos cachondos, la temperatura es de 11.
-Así que vosotros también les poneís nombres a los sitios y a las cosas que encontraís… ¿eh? Como el cráneo de Induraín… ¡que gracia me hizo!
-¿Se refiere al encontrado en Atapuerca?
-Sí, claro. ¡Que majo es el Arsuaga ese…! y los otros también eh… ¿cómo se llaman? hmmmm…, joder, nunca me acuerdo, y cuantísimo sabe.
-Ese cráneo se conoce como Miguelón. Es en honor a Induraín pero se llama Miguelón.
-¿Quién es Indurain? -pregunto la niña mientras en cuclillas empezaban a pasar todos por el estrecho y bajísimo pasillo.
-Si no se arrastran ustedes -dijo una dirigiéndose a los mayores- se van a quedar atascados.
-Es que me da no se qué manchar estas bermudas del Coronel Tapioca.
-Vamos a bajar hechos un asco…, no, si es que tienes cada idea que ya, ya –dijo la mujer.
-Papi, ¿están buscando dinosaurios…?
-¿Quién es Induraín…?
-Joder Puri…, con la de veces que habremos estado aquí… -es lo último que se alcanzó a oir desde la criba.

Quizás cerca de donde te encuentras pasando este verano haya una excavación arqueoloquica; sin ir más lejos en esa cueva que ha estado ahí toda la vida, esa que se divisa desde la terraza del bar y desde donde se controla el ir y venir del grupo de arqueolocos. ¡Quién iba a decir que hubiera ahí un yacimiento arqueoloquico! ¡Anda que no te has perdido veces en ella de jovencito con la Puri! ¡Y con la Juani…!, que por cierto, ¿qué habrá sido de la Juani? Tal vez mañana, que ya no sabes qué leches hacer en el pueblo, te de por coger a los críos y a la parienta (Dios, que mal suena lo de la parienta) y acercarte hasta la excavación, por ver. Un día cultureta. Pues bien, si es así, te voy a dar unos consejos que evitarán que los arqueolocos te claven una picoleta en la coronilla.

Lo mejor, y primero, sería que les advirtieras antes de que vaís a ir. No se trata, no, de darles tiempo para que puedan guardar todas las monedas de oro que en el pueblo dicen que están saliendo, sino de que tal vez os indiquen cómo es conveniente que vayaís pertrechados. Seguro que no te acuerdas, de todas aquellas veces que estuviste allí con la Puri y con la Juani, de que en la cueva hace un frío que te cagas. Pero en fin… lo estoy viendo venir…, ireís con chanclas (que sabido es que para ir por el monte es invento que no tiene parangón), bermuditas y camiseta de tirantes. No te faltará el bastón de trecking, o en su defecto una vara ad hoc (que seguro que lo primero que hiciste cuando llegaste este verano al pueblo fue cargarte un enebro), o la cachaba. ¿Agua? ¡Por favor...! ¿yesoqués?

Lo segundo que debes saber es que los arqueolocos no se dedican a poner estacas, clavos y gomas por el suelo por pasar el rato. Están por y para algo, y además lo cachondo del asunto es que están donde deben de estar, palabrita del niño Jesús. Así que no los pises ni les des patadas. Ni permitas que tus críos intenten quitarlos a la vez que Cristian Sebastian le dice a su hermanita -anda Jennifer Tatiana, y esto qué hará aquí-. Lo contrario significará que un arqueoloco ya estará haciéndose con la picoleta que tenga más a mano.

Lo tercero es que no te sitúes cerca de los cortes. Los cortes son esas paredes verticales de tierra que quedan cuando se ha excavado al lado. Los arqueolocos adoran tener sus cortes verticales e intactos. No te preguntes por qué, asúmelo sin más y acepta que es que son así de raritos. Y si pisas cerca de ellos, de los cortes, como son de tierra se derrumban. Si eso ocurre el arqueoloco que se ha hecho con la picoleta estará empezando a levantarla justo detrás de ti.

Lo cuarto es que antes de mover un pie debes asegurarte de dónde lo vas a poner (incluso es conveniente que pienses en un plan B). No puedes andar por un yacimiento como si estuvieras en tu casa. Asegúrate de que no vas pisar una bolsa con cabezas de fulanos que murieron hacen 4000 años (sea la fecha calibrada o no), o con cerámica, o con sílex, o con lo que sea. En realidad los arqueolocos te dirán por dónde puedes moverte y hasta dónde puedes llegar. Lo contrario significará que el arqueoloco que se ha hecho con la picoleta aún la levantará más y la estará agarrando con las dos manos justo detrás de ti con los ojos enrojecidos.

Lo quinto es que ya sé que has estado revolviendo la tierra de la criba con tu bastón de trecking y no ha pasado nada, pero ¡no se te ocurra hacer eso en la excavación! Sería muy desagradable para todos ver como llevas clavada en la cabeza una picoleta marca “Bellota”. He visto casos y te puedo asegurar que nunca será moda. Lucen poco.

Lo sexto es que no tomes ninguna decisión. Ya sé que estás viendo un corte del que salen huesos, cerámicas, sílex, incluso la cabeza de una preciosa venus. Ten por seguro que ellos, los arqueolocos, también los han visto. No tires de esa cabeza, ni de la de un fémur siquiera, ni de nada, a la vez que dices… -¿y esto por qué lo habeís dejado aquí?, toma-. “La matanza de Texas” una comedia en comparación con lo que puede pasar ahí dentro, y si encima la has decapitado ni te cuento.

Lo séptimo es que verás aparatos montados sobre trípodes. Míralos, pregunta lo que quieras, pero no los toques. No es ya que valgan una pseudoesfericidad y parte de la otra, es que están “nivelados”, y en ocasiones cuesta lograr que estén como deben de estar. No te apoyes nunca sobre un trípode, ¡jamás! (un cosa que como su nombre indica tiene tres patas), a no ser que quieras que se acuerden de tu árbol genealógico.

Lo octavo es que no tienes que demostrar que eres un machote. Saben perfectamente que lo eres y que tú solito o con uno o dos más puedes con ese pedrusco que hay ahí en medio, o que con un pico te ventilas en un pis pas ese trozo de tierra que no está excavado. No te ofrezcas a nada. A nada tío, no insistas. Sé un verdadero grosero en ese aspecto. Si lo tuyo tiene que ver con el Síndrome Genético de Auténtico Emplasto (SGAE) postúlate para subir un día el bidón de gasolina (25 litros) y quedarás como un señor.

Lo noveno es que tal vez veas que un grupo de arqueolocos, generalmente fuera, a la sombra si hay, están poniendo números y letras a los restos que han recuperado. Ellos lo llaman “sigla”. Una manía como otra cualquiera. Los restos, ya limpios, esperan su turno dispuestos en lotes, cada uno con una etiqueta que contiene datos que identifican su procedencia. Es normal que estires la mano para coger y ver de cerca ese molar con caries, o la mandíbula entera, o la venus que otro decapitó antes que tú, o ese raspador en hombrera que siempre has deseado tener a un palmo de la nariz para ver con detalle esas dos muescas tan monas, pero reprímete. Aunque no te lo creas te aseguro que tienes muy pocas posibilidades de recordar de dónde lo has cogido (y si has cogido más de uno a la vez las posibilidades son 0). Pídeles que lo que sea te lo enseñen ellos. Es también muy desagradable ver como se mueven los dedos de la mano después de que ha sido cortada del brazo de un tajo. De verdad te lo digo, desagradable desagradable. Seguro que tu pensabas que eso sólo pasaba con las colas de lagartijas, pero no.

Y lo décimo es que no tienes por qué saber gran cosa de arqueloquía, por supuesto, pero tal vez te venga bien recordar que si no hablas de fósiles mejor (salvo por cambiar de tema y en ese caso lo más socorrido es hacerlo del tiempo). No te sientas ignorado si ves que ni se han inmutado cuando has contado que de crío encontraste por ahí cerca una concha del tamaño de una sandía. Los arqueolocos pasan de conchas.
Hala pues..., y a la vuelta del verano me cuentas cómo os ha ido.

martes, 5 de agosto de 2008

ADNmt de un Neandertal y la fiesta del Piñar.

Tres Neandertales de la marca AAA, uno falsificado y una cromañona.


La revista “Cell” publicará el próximo viernes un artículo en el que investigadores del Instituto Max-Planck de Antropología revelan el genoma mitocondrial completo de un Neandertal de 38.000 años. Su investigación no ofrece evidencias de que la información genética de ambos linajes se mezclara, algo que sostienen determinados científicos, aunque esa variable sigue siendo una posibilidad, explica el instituto. La investigación apunta a que el último ancestro común del Neandertal y el 'homo sapiens' vivió hace unos 600.000 años, con una posibilidad de error de 140.000 años.
En la foto cuatro neandertales del Clan del Zinganillo, tres auténticos (AAA) y uno falso (descubrir cuál) hacen reir a una cromañona. Se trata de un ensayo para participar a partir del próximo día 8 en la VI fiesta de la Prehistoria de Piñar (Granada), en la que buena parte de sus vecinos y visitantes se vestirán de cavernícolas y todos comeremos carne con las manos. Que por cierto, esto me recuerda cuando en “Flecha rota” Cochise, después de una comida, le dice a Tom Jeffords “frótate los brazos con las manos porque la grasa es buena”. Cuando éste responde que ellos (los blancos) tienen por costumbre lavárselas, el jefe de los Apaches Chiricauas dice: “Que derroche”. Que se tenga en cuenta en Piñar.

lunes, 4 de agosto de 2008

HAL9000: Un primoroso yacimiento...(II).

El viaje a ninguna parte.


“Algo debe cambiar para que todo siga igual”.

(Archicitada y cínica frase que, dicen, procede de “El gatopardo” de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, y que a mi nadie me quita de mi psicopática cabeza que, en realidad, se le ocurrió a Burt Lancaster en la película homónima, cuando interpretaba el papel de Fabricio Corbera, Príncipe de la Salina).

***

Así que, al día siguiente, empezamos a excavar en el centro del yacimiento, en dos áreas de 10 x 10 m, una tarea que requirió todos nuestros esfuerzos durante más de treinta días y que fue bastante más fácil de lo esperado ya que, en un 90% de su extensión, los últimos moradores de la ciudad habían construido unos edificios públicos tremendos que se habían “impuesto” a lo anterior por el expediente de practicar un enérgico rebaje del terreno que se había llevado por delante todas las estructuras precedentes...

-Una pena que estos romanos no hubieran tenido una buena Ley de Patrimonio, tan aficionados como eran al Derecho, que hubiera salvaguardado lo prerromano- dijo David Clarke apesadumbrado al llegar a los niveles estériles.

-Sí, claro..., pero no sé si te das cuenta, David, que si hubiera ocurrido así, los hubieran excavado los arqueólogos del momento y, como consecuencia muy probable, después de una documentación más o menos detallada o estándar, tampoco existirían ya que habrían sido inmolados sobre el ara del tan traído y llevado “progreso del urbanismo romano”... –apostilló Hodder, que siempre estaba al quite con tal de meter puyas a diestra y siniestra.

-¡Hombre, también podían haber hecho un criptopórtico arqueológico en el foro o conservar algunas cabañas en el sótano de alguna casa..., no sé..., haber sido más sensibles hacia el patrimonio...! -contestó Clarke, bastante dolido.

-¡Sí, y unas aulas de interpretación de la Conquista Romana (CR) y del Modo de Resistencia Indígena Prerromano (el famoso Modo de RIP), no te fastidia...! –repuso un Hodder crecido y siempre dispuesto a hacer sangre y a meter la mano en la llaga que más escocía...

Mientras los famosos integrantes de mi equipo, como es habitual en estos casos de megaegos colindantes, se daban leña por cualquier quítame allá esas pajas -“¡mucho jefe y poco indio!”, se pasaba el día sentenciando Vere Gordon Childe-, yo me entretenía haciendo un diario a la vieja usanza, tal y como se preconizaba en los antiguos libros de metodología arqueológica de campo de mediados del siglo XX, del que, para vuestra información y dudosísimo solaz, transcribo algunas páginas que relatan, en su mayor parte, un suceso extraordinario que acaeció al inicio de nuestros trabajos y que estuvo a punto de llevarse por delante la paz y el sosiego que estas labores arqueolóquicas precisan:

“Querido diario de excavación:

Hoy empezamos el trabajo a las 7,30 a.m. (Alcubierre ya se va haciendo con los mandos de la furgoneta, a la que, al principio de la campaña, se empeñaba en imprecar diciéndole ¡arre y so!, como si de un tiro de jumentos se tratara) .

Para nuestra sorpresa, al llegar al yacimiento el tercer día, nos encontramos con un individuo acampado junto a la caseta de la herramienta. Se trataba de un sujeto de aspecto inquietante que se desplazaba en una Vespa viejísima y que había plantado su tienda, al parecer por la noche, sin que nadie nos percatáramos de ello. Conforme nos fuimos acercando, el acampante solitario fue incorporándose poco a poco a la vez que su presencia iba haciéndose cada vez más y más ominosa.

Preguntado el sujeto sobre sus intenciones, declaró, en un inglés bastante macarrónico, que era un antiguo alumno de la Universidad de Bolonia, Italia, y que ejercía como Inspector Representante del Comité Científico para la Vigilancia de la Aplicación del Espíritu de Bolonia. Acto seguido, sacó sus credenciales y nos puso a todos a rellenar unas fichas complejísimas en las que teníamos que declarar las aptitudes y actitudes a desarrollar con cada metro cuadrado de excavación, los objetivos hipotéticos y expectativas en cada uno de los sectores, las previsiones del trabajo presencial en los mismos y el porcentaje de horas de laboratorio, de seminarios y prácticas previas que impartiríamos a los excavadores, fuera de las obligadas publicaciones posteriores y asistencia a congresos nacionales e internacionales, así como el número de horas que nuestros oyentes en tales eventos emplearían en procesar nuestra información y en leerse la bibliografía de referencia que citáramos, etc, etc, etc...

-Sólo así –decía el campista impertinente- la Comisión Interplanetoidal correspondiente puede hacerse una idea del trabajo a desarrollar, así como del esfuerzo objetivo que se genera, lo cual sirve para que nuestros esforzados y sutiles comisionados puedan cotejar de forma cómoda e inequívoca las diversas zonas de actuación y establecer las relaciones y baremos en términos de igualdad objetivables, según un modelo común, ordenado y estándar que actúe como globalizador equitativo de los datos de cada una de las acciones propugnadas por la Consejería de Proyectos Prioritarios Interplanetoidales, bla, bla, bla, bla...

-Uuuuhm, -intervino Binford- yo esto no lo veo nada claro, porque, ¡caramba!, usted vigila y supervisa nuestro trabajo, sin que conste que fuera capaz de desempeñarlo, de hecho, es bastante probable que haya optado por ese puesto de supervisor a la vista de su incompetencia manifiesta para hacer otra cosa dentro del organigrama investigador que pretende fiscalizar, como suele ser habitual en los humanos inspectores de todo tipo –los de Hacienda, los peores-, siempre tendentes al carroñeo y al huelebraguetismo más ramplón... No sé si me entiende, pero es evidente que cualquier memo, al que se le da un protocolo y unas fichas a rellenar por todo bagaje instrumental y metodológico, tiende a elevar estas cuatro ideas y documentos a revelaciones y escrituras sagradas de obligado cumplimiento y estricta observancia, ya que, sin éstos, su empleo, función -o vulgar modus vivendi- carecería de sentido y lo echarían a la puta calle, ¿do you understand me, amiguito?. Por otro lado, el nombrecito del invento ya es sospechoso -“el espíritu de Bolonia”- que en si mismo es una pista sobre su insensatez, ya que la existencia de los espíritus está todavía por demostrar científicamente, y es imposible que una entidad inexistente rija los destinos de un ente superior, la Ciencia con mayúsculas, que es incapaz de demostrar su existencia..., ¿comprende, pollo, que nos está intentando vender una moto vieja y estropeada como si fuera nueva y cargada de futuro...? –añadió tocándose el ala de su sombrero y prosiguiendo- ...además, eso que usted dice está relativamente bien, pero no entiendo satisfactoriamente las leyes que controlan el proceso, como si dijéramos, las pautas objetivas de comportamiento que nos han llevado a este estado del proceso en el que, me parece, serían pertinentes unas cuantas hipótesis previas y una revisión de contextos anteriores con los que creo detectar unas semejanzas sospechosísimas..., además, observo con estupor –mintió Lewis, acordándose de una historieta de Axterix en la que salía, en Roma, de un apuro burocrático de forma similar- que le falta a usted el modelo de impreso normalizado A-510-b, sin el que es imposible que ningún miembro de la Agencia Planetoidal de Calidad se digne a revisar ninguno de los papeles que usted les mande. En fin, yo creo que alguien le está ninguneando, vamos que me da la impresión de que le están haciendo la cama, amigo..., y es que se oyen rumores de cambios ministeriales y de que, con ellos, se pretende una cierta renovación de cargos de responsabilidad para establecer las condiciones objetivas que permitan la defenestración de los amigos del exministro para colocar a los amigos del nuevo y rutilante preboste emergente..., no sé si me explico –concluyó Binford, poniendo cara de enteradillo que lo sabe todo de buena tinta.

-Es posible... ya había yo notado algo... ¡que pandilla de mal nacidos! –dijo, ahora en un correctísimo castellano el siniestro personaje antes inglesofarfullante, mientras se montaba a toda prisa en su añeja Vespa y, petardeando y a punto de hacer “la perla” en la bujía, salía corriendo a intentar desbaratar una conspiración ministerial completamente inexistente.

Desactivado el peligro globalizador del espíritu de Bolonia y tirados a la basura todos los modelos de fichas, pudimos continuar a lo nuestro.

Wheeler dispuso un plan de ataque dividiendo nuestras fuerzas operativas en cuatro equipos parcialmente independientes. El primero era capitaneado por Colin Renfrew y excavaba un área de 50 x 50 m en el que se fueron dejando sectores representativos de los distintos momentos del yacimiento. Alcubierre y Winckelmann propusieron hacer unos sondeos para intentar detectar la potencia estratigráfica y sus posibilidades objetivas en función de los movimientos de tierras requeridos. Breuil y dos ayudantes danesas, procedentes de una escuela croata de danza clásica, de tradición austrohúngara, se dedicaban a buscar restos de arte parietal en las diversas cuevas que, yo mismo con mi mecanismo, había colocado alrededor del yacimiento que excavábamos. Y el propio Wheeler se reservó una zona de 400 metros cuadrados para probar unas técnicas de excavación novedosísimas que decía estar desarrollando y que, según él, resolverían todos los problemas relativos a la excavación y documentación arqueológica; vamos, un chollo.

-¿Sin testigos? –preguntó Renfrew.

-Sin testigos – afirmó Wheeler.

-¿En área abierta? –insistió Renfrew.

-En área abierta –asintió Wheeler, justo antes de añadir: “te juro, Colin, que no nos verá nadie, aunque la excavación se haga al aire libre...”

-¡Ay madre... como se entere Lewis! –apostilló un Renfrew, entre jocoso y preocupado, que, como era ya hora de cenar, se largó del lugar del crimen camino de un chiringuito donde le prepararan un Dry Martini Spirit of Bolonia a modo de aperitivo.

Y así, mientras va pasando el tiempo inexorablemente hasta que las excavaciones en área abierta caigan en el descrédito parcial –como ya le pasó al bueno de Sir Robert Eric Mortimer Wheeler con su famoso método, que también parecía en su momento un bastión inconquistable- poco a poco se van encauzando las excavaciones del Planetoide Calamocha, de las que mañana seguiré refiriéndote, querido diario, otros sucesos relevantes como, por ejemplo, el día que pillamos a Harris en un matrixrrenuncio al pasársele una interfacie de destrucción de un muro de piedra que luego se había reconstruido con ladrillos (y él interpretó como cimientos el uno del otro); y es que ya se sabe que en casa del herrero, cuchillo de palo y que donde las dan las toman y que arrieritos somos y en el camino nos encontraremos, eso sí, con el máximo entusiasmo por la misión todavía por bandera”.

Fdo.: HAL 9000


Dry Martini Spirit of Bolonia: Mi nombre es 9000, HAL 9000. ¡Siempre quise tener una oportunidad para decir eso!; y es que en la nave espacial, con mi amigo el astronauta Bowman, me tragué varias veces todas las películas de la serie de James Bond, hasta las últimas, aquellas protagonizadas por un actor español muy famoso y “cachas”, llamado Santiago Segura, en las que libraba al mundo de las maquinaciones conspirativas para dominar el planeta de un malvado supervillano –exinspector de Hacienda, bajito y con cara de mala leche- mediante las acciones de una organización de malhechores denominada FEAS.

La variante boloñesa del Dry Martini tiene, como el visitante de nuestra excavación, un no sé qué de inquietante. Básicamente consiste en hacer un Martini seco, como se ha hecho siempre, pero dando la impresión de que lo hemos inventado nosotros. Para que me entendáis, sería como decirle a un estudiante de cualquier cosa que para aprender y pertenecer a no sé qué gaitas de Espacio Universitario Superior Europeo hay que recibir lecciones magistrales, leer algunos libros, practicar las técnicas pertinentes, dedicarle algunas horas al estudio reflexivo del temario y demostrar que se ha aprendido mediante “pruebas objetivas de conocimientos” orales o escritas, como si todo esto se te hubiera ocurrido sólo a ti y no fuera lo que llevan intentando los profesores que hagan los estudiantes desde que el mundo es mundo. Está claro, ¿no?. Pues eso, “...para que nada cambie”, o para que cambie sólo lo que interesa: el maldito parné.
Para hacer el Dry Martini Spirit of Bolonia hay que desarrollar algunas habilidades y aptitudes y combinar adecuadamente la teoría y la práctica según un programa previamente establecido, homologado y, las más de las veces, absolutamente inoperante. Para empezar hay que saber que al intentar tal hazaña siempre nos jugamos nuestra reputación, igual que cuando preparamos un bacalao al pil pil, porque cada persona de este mundo sabe exactamente como se confeccionan el pil pil y el Dry Martini; y punto, no hay más que hablar.

Una vez sabido esto, deberemos dirigirnos al desastre, con ánimo alegre, valentía y arrojo a toda prueba, enfriando una copa hasta los 2 ó 3 grados centígrados y poniendo en un vaso mezclador algo de hielo y un chorrito de Martini seco. Revolveremos gallardamente y con estilo los hielos y el Martini, escurriremos todo el líquido del vaso, dejando sólo el hielo perfumado, y añadiremos la ginebra (una Bombay Sapphire podría ser una buena elección), que enfriaremos brevemente, sin agitar el vaso mezclador, y verteremos con diligencia en la copa de cóctel para que no se agüe. Aquí los caminos se bifurcan y, hagamos lo que hagamos, meteremos la pata hasta el corvejón: unos le añaden unas gotas de angostura, otros escurren un poco y añaden al vaso una piel de limón..., también hay indecisos que hacen las dos cosas con una total falta de criterio. La humanidad, por otra parte, se divide en dos grupos: los que lavan la aceituna antes de añadirla al vaso y los que no lo hacen y destrozan el cóctel con la salmuera que escurre de ella. Como fácilmente comprenderéis después de lo dicho, la idiotez esa de “revuelto, no agitado” que decía el memo de Bond, es un juego de niños y una simpleza carente de toda gracia.