jueves, 17 de abril de 2008

Hablar por no callar.

Quizás me arrepienta de esto (me refiero a poner este colgajo), y si es así ya lo quitaré. A través de Mundo Neandertal, un blog que hemos recomendado y del que tenemos su enlace, he accedido a otro en el que se hace referencia a un estudio sobre “marcas de cortes”, rastros estos a los que ya nos hemos referido. Sólo he podido leerlo en diagonal (y de ahí que pueda arrepentirme) pero tiempo tendré, espero, de leerlo con detalle (sigo siendo un chaval), y la primera impresión me ha traído a la cabeza lo que hace un tiempo, algunos críticos de la Nueva Arqueología, denominaron “la arqueología de la obviedad". Y es que, efectivamente, a veces “manda huevos con los arqueolocos”. A mediados de los años 60 se generó un movimiento crítico en el mundo anglosajón (encabezado por el estadounidense Binford y el británico Clarke, aunque es al primero a quien se considera el padre de la criatura) que se alzó contra lo que se consideraba la Arqueología tradicional o anticientifista, que era la arqueología que se había hecho hasta entonces. La Arqueología (antropología en USA) podía y debía ser una disciplina científica, podía y debía formular leyes (de alcance medio, largo, corto o del alcance que fuere), y para ello debían de cambiarse algunas cosas. Una era el tipo de razonamiento. Había que pasar de un tipo de razonamiento inductivo a otro, el hipotético-deductivo, y los arqueólogos debían cambiar el chip. Por poner un ejemplo simple, no bastaba con decir que “si al grajo ves volar bajo hará un frío del carajo”. Eso es lo que hacían los arqueólogos tradicionales: habían visto a la de Dios es Cristo de grajos volar bajo y al tiro se pelaban de frío y concluían en lo anterior. Este tipo de razonamiento, aunque sea muy popular (y el refranero no resulta de otra cosa que del conocimiento que proporciona la observación) no es científico, y un grajo que volara bajo y a continuación no te pelaras de frío mandaba al traste con todo. Lo procedente, lo que implica el razonamiento hipotético deductivo era plantear una hipótesis que someter a su confirmación o refutación, y ese proceso es el que dirige el plan de investigación. La hipótesis podría ser ¿Si los grajos vuelan bajo, hará un frío del carajo? Y ¡hala!, a partir de ahí diseñas el protocolo de actuaciones que te permitirán refutarla o confirmarla. Para muchos ese cambio no fue sino una simple vuelta a la tortilla. Lo que antes era el final de la investigación ahora se convertía en lo primero y, aunque acudo a un comentario hecho con relación a otra ciencia (aunque la antropología y la arqueología han seguido unos derroteros similares en cuanto a sus tendencias disciplinares), J. Reader, en su libro “Eslabones perdidos” comenta que “es notable la frecuencia con que las primeras interpretaciones de nuevos testimonios han confirmado las ideas previas de su descubridor”. Esa arqueología de la obviedad se lanzó a formular hipótesis (“los partidarios de la ley y el orden”) y a contrastarlas, dando lugar a leyes que algunos denominaron Mickey Mouse, leyes como, cuanto más pisoteas un botijo más pequeños serán los trozos en que se rompa (por seguir con un ejemplo simple, y posiblemente no formulado, espero).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No borres el colgajo que es muy instructivo, si mi profesor de lo arqueoloco hubiese explicado tan claritas las teorías y las leyes chorras, hace años que hubiese podido terminar mis estudios .....

Anónimo dijo...

Si, lo del botijo, los trozos y el pisoteo creo que sí se formuló, aunque el pisoteo creo que era de animales...no recuerdo bien... ¿lo decía el toca pseudoesfericidades de Hodder en un añejo artículo de TP...(1987-88)? Tú serás un chaval, pero a mi las neuronas me patinan...
Bueno, pero....¿qué dicen los de las marcas en los huesetes tan obvio?