Así que tal vez incorporar unos buenos chuletones a la dieta fue lo que hizo que nos saliera el bulto que tenemos encima de los hombros como nos salió. Se han reconocido algunas paleopatologías (tener la cabeza encima de los hombros no lo es, claro) en estadios muy tempranos de la evolución humana. La más antigua se ha registrado en “Abel”, un Australopithecus bahrelghazali recuperado en el sitio de Koro Toro (Tchad), datado en 3.5-3 M.a., y en el que se observan muchas deficiencias del esmalte dentario, incluida la hipoplasia, para las que se argumentan fiebres recurrentes o episodios de stress nutricional, aunque las causas en humanos modernos pueden ser muchas, desde ambientales a genéticas (Brunet et al. 2002). En otro individuo juvenil, también australopiteco, pero en este caso africanus, procedente del miembro 4 de la cueva sudafricana de Sterkfontein (3-2.5 M.a.) se han visto alteraciones relacionadas con una periodontitis prepubertal (Ripamonti 1988).
Pero seguramente la paleopatología más conocida de entre las más antiguas registradas, y relacionada con el consumo de proteína animal, se corresponde con una tradicionalmente supuesta hipervitaminosis de tipo A crónica, atestiguada en restos de un adulto, seguramente hembra, de Homo ergaster/erectus del yacimiento de Koobi Fora (KNM ER 1808), con una antigüedad de 1.6 M.a, generada por una también supuesta ingesta de hígado crudo (Walker et al. 1982). Los efectos nocivos de la ingesta excesiva de esta vitamina se han conocido en el último siglo. Los exploradores polares relataron la aparición de un estado de toxicidad aguda tras la ingestión de hígado de oso polar, de foca o de los perros husky de los que se servían, pero no fue hasta 1942 que se identificó la vitamina A como el componente tóxico de esos hígados (100 grs. de hígado de un herbívoro actual contiene 44.000-50.000 IU de vitamina A, mientras que 100 grs. de hígado de carnívoro contienen 1.3-1.8 por 10 elevado a 6 IU). Si el diagnóstico es correcto ¿cómo ingirió esa cantidad de vitamina A el homínido de Koobi Fora? Walter y sus colaboradores indicaban que en ese yacimiento la utilización de artefactos es 200.000 años anterior a la existencia del espécimen 1808, y que en ese período se debieron dar importantes cambios en la dieta de los homínidos, con un aumento del consumo de carne, y que llevaría tiempo conocer qué partes de qué animales podía resultar peligroso comer. En su opinión era improbable que la hipervitaminosis se debiera a la ingesta de hígado de herbívoros, pero si sería bastante posible con una dieta que contuviera hígado de carnívoro (crudo, porque no hay evidencias del uso del fuego en ese momento) obtenido como resultado de interferencias como las que se observan hoy entre especies de carnívoros y que pudieron darse cuando los primitivos homínidos empezaron a competir directamente con ellos.
No obstante, después de aquel estudio se han planteado otras posibilidades para el origen de esa hipervitaminosis, como por ejemplo el consumo de larvas de abejas (Skinner 1991), e incluso que la patología, comparada con casos contemporáneos de infección de Treponema pallidum sea indicativa de yaws (Rothschild y Rothschild 1996), como también parece atestiguarse en un fémur humano de 500.000 años recuperado en Italia (la yaws es una enfermedad no venérea causada por un treponema, muy difícil de distinguir de la sífilis porque causa lesiones muy similares), o de anemia falciforme, en interpretación de Kellei Jefferson (2004), lo que a su vez le lleva a plantear la posibilidad de que la malaria pudiera haber sido una plaga para la “humanidad” desde al menos 1.7 M.a.
Pero seguramente la paleopatología más conocida de entre las más antiguas registradas, y relacionada con el consumo de proteína animal, se corresponde con una tradicionalmente supuesta hipervitaminosis de tipo A crónica, atestiguada en restos de un adulto, seguramente hembra, de Homo ergaster/erectus del yacimiento de Koobi Fora (KNM ER 1808), con una antigüedad de 1.6 M.a, generada por una también supuesta ingesta de hígado crudo (Walker et al. 1982). Los efectos nocivos de la ingesta excesiva de esta vitamina se han conocido en el último siglo. Los exploradores polares relataron la aparición de un estado de toxicidad aguda tras la ingestión de hígado de oso polar, de foca o de los perros husky de los que se servían, pero no fue hasta 1942 que se identificó la vitamina A como el componente tóxico de esos hígados (100 grs. de hígado de un herbívoro actual contiene 44.000-50.000 IU de vitamina A, mientras que 100 grs. de hígado de carnívoro contienen 1.3-1.8 por 10 elevado a 6 IU). Si el diagnóstico es correcto ¿cómo ingirió esa cantidad de vitamina A el homínido de Koobi Fora? Walter y sus colaboradores indicaban que en ese yacimiento la utilización de artefactos es 200.000 años anterior a la existencia del espécimen 1808, y que en ese período se debieron dar importantes cambios en la dieta de los homínidos, con un aumento del consumo de carne, y que llevaría tiempo conocer qué partes de qué animales podía resultar peligroso comer. En su opinión era improbable que la hipervitaminosis se debiera a la ingesta de hígado de herbívoros, pero si sería bastante posible con una dieta que contuviera hígado de carnívoro (crudo, porque no hay evidencias del uso del fuego en ese momento) obtenido como resultado de interferencias como las que se observan hoy entre especies de carnívoros y que pudieron darse cuando los primitivos homínidos empezaron a competir directamente con ellos.
No obstante, después de aquel estudio se han planteado otras posibilidades para el origen de esa hipervitaminosis, como por ejemplo el consumo de larvas de abejas (Skinner 1991), e incluso que la patología, comparada con casos contemporáneos de infección de Treponema pallidum sea indicativa de yaws (Rothschild y Rothschild 1996), como también parece atestiguarse en un fémur humano de 500.000 años recuperado en Italia (la yaws es una enfermedad no venérea causada por un treponema, muy difícil de distinguir de la sífilis porque causa lesiones muy similares), o de anemia falciforme, en interpretación de Kellei Jefferson (2004), lo que a su vez le lleva a plantear la posibilidad de que la malaria pudiera haber sido una plaga para la “humanidad” desde al menos 1.7 M.a.
1 comentario:
Pandilla tarados. Repito. A quien le interesa que un australoquesea de esos tenía los dientes jodios?
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