martes, 10 de junio de 2008

Cada cosa en su sitio.

Cabaña 1 de Ohalo II.

Hace un par de colgajos mencioné, entre otros, el yacimiento de Ohalo II, y veo que hay un estudio muy reciente sobre él, tanto como que aparece esta misma semana en JAS, dando cuenta de una distribución espacial registrada en su choza 1 (Plant-food preparation area on an Upper Paleolithic brush hut floor at Ohalo II, Israel). Ohalo II es un yacimiento que se encuentra en la orilla suroccidental del Mar de Galilea, y hace 22.500-23.500 años cal. BP fue un campamento de gentes del Paleolítico Superior dedicadas a la caza, la pesca y la recolección, de quienes queda un enterramiento, hogares al aire libre y 6 fondos de cabaña. Tras su abandono, o porque sus ocupantes estaban empezando a vivir con el agua al cuello, quedó cubierto por el líquido elemento. El subsiguiente depósito de arenas y arcillas selló la ocupación, y ello posibilitó la conservación excepcional de un lote importante de semillas y otros restos vegetales (hasta 60.000 en uno de los 3 suelos de ocupación de la choza 1, de unos 12 m2) algunos carbonizados previamente, y que aparecen junto a útiles de sílex, útiles de molienda, y restos de animales (mamíferos, pájaros, peces, moluscos).

Los arqueolocos hace tiempo que, aplicando distintos tipos de recursos, realizan análisis de modelos espaciales “intrasite”, es decir, análisis microespaciales con objeto de determinar si las gentes prehistóricas organizan el espacio que ocupaban. La cosa en esencia es simple. Si a mí me diera igual tirar un resto de comida, o tallar, o lo que fuere, en un sitio que en otro, y lo hiciera, no mediaría ningún tipo de organización en ese espacio, y consecuentemente los restos, de un tipo y de otro, aparecerían uniformemente distribuidos. Sería el resultado lógico de una distribución aleatoria. En cambio si decidiera tallar en un sitio (taller) y tirar los restos de comida en otro (basurero) los restos de esas acciones aparecerían formando concentraciones discretas. Ya no es un proceso aleatorio, media una intención, que puede responder a una organización de “mi” espacio, generando así “áreas de actividad” cuyo origen y sentido hay que investigar. Este tipo de estudios entra dentro de lo que se llama la “Arqueoloquía espacial”. Por supuesto se debe estar seguro de los procesos de formación que han afectado a los sitios arqueoloquicos durante el depósito y después de su abandono, y de que no haya habido factores geogénicos, biogénicos o antropogénicos que hayan podido causar desplazamientos de los restos, especialmente de los más pequeños, claro, pero no sólo.

En Ohalo II el análisis de la distribución de las evidencias apunta a que dentro de la choza se dio una disociación espacial de los restos de plantas y de los productos de sílex, aunque por supuesto ni unos ni otros están exclusivamente limitados a las áreas a que dan lugar. En una parte de la cabaña, en la zona sur, junto a la entrada y aprovechando la luz, se localizaría la zona de taller, con todos los estadios de producción de los lítico, mientras que al fondo de la misma, en la zona norte se procesarían las semillas y vegetales para uso alimenticio y quizás medicinal, junto a una piedra para moler. Entre una y otra habría una zona de paso. La presencia de concentraciones de granos de Puccinellia cf. Convoluta en la primera podría interpretarse, según los autores, como el resultado de la adecuación de ese espacio también para el descanso, lo cual, en fin, no casa muy bien con su uso para lo antedicho. En su propias palabras, “apparently, the bedding material covering the floor did not prevent other activities; as flint knapping was practiced there as well”. Esa división espacial podría estar sugiriendo también una division de tareas entre generos: los hombre dedicados a lo primero, las mujeres a lo segundo.
En el valle del Ebro hay un yacimiento (la cueva de Abauntz, en Navarra) que fue estudiado en la segunda mitad de la década de 1970 (P. Utrilla) y posteriormente en los años 90. En una de las ocupaciones de su generoso depósito, la correspondiente al Magdaleniense Medio, se observó una distribución espacial, con áreas de taller y del trabajo de las pieles, y más tarde y más al interior del espacio ocupado, junto a un hogar, del trabajo del asta. Allí también se detectó lo que se consideró un área de descanso, determinada por la ausencia de restos materiales y por una muy alta presencia de restos de filicales. Helechos fueron introducidos y colocados junto a una pared supuestamente para adecuar un espacio al sueño reparador. También entonces se planteó una división de las tareas por sexos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi opción de voto no está entre las cuatro que has puesto, sería: "me gusta con un cuerpo más ancho, pero a mí no me cabe". Quiero decir que no sé si todavía habrá mucha gente por ahí con un monitor "antiguo", o sea, de dimensiones pequeñas como para que no quepa la página entera en la pantalla, pero a mí me resulta incómodo estar moviendola de un lado a otro. De todas formas pienso seguir viendo tu blog porque además de ser bueno en contenido, me resulta divertido y ameno y muchas veces planteas las cosas de tal forma que despues me deja pensando un buen rato, pero con lógica, y eso me gusta.