sábado, 19 de abril de 2008

Si tienes pelotas léete esto.

Marca de corte por útil lítico en un hueso (11 aumentos)

Pues me he leído el artículo de David R. Braun, Briana L. Pobiner y Jessica C. Thompson (2008 An experimental investigation of cut mark production and stone tool attrition. Journal of Archaeological Science 35:1216-1223), sí. Metodológicamente cumple, efectivamente, los requisitos neoarqueológicos, pero no os volvaís locos si no podeís acceder a él (salvo que tu tesis vaya sobre marcas de corte o huellas de uso).
La cuestión que tratan, por supuesto, no es baladí. En su momento, hace algunos años, se planteó que las marcas de corte en los huesos eran subproductos indeseados, errores, fallos de cálculo de la precisa localización del hueso oculto por la masa muscular. Los contactos que generaban las marcas deteriorarían y embotarían los filos de los artefactos, y los carniceros paleolíticos los habrían evitado para no malgastar tiempo y esfuerzo (entonces no había dinero) procurándose otros. Sin embargo, apuntan los arriba citados, esa particular asunción nunca ha sido explícitamente testeada y la relación entre la producción de marcas de cortes y el deterioro de los filos de los útiles tampoco ha sido cuantificada. Y a ello se han dedicado, con 18 lascas brutas (esto no quiere decir que sean lascas bestias, sino sólo que no están retocadas) por una parte y 24 por otra. Un total pues de 42 (de entrada me parecen muy pocas). Mediante dos experimentos exploran la asociación entre la vida útil de los artefactos (líticos, en concreto de un tipo de basalto que aparece en yacimientos africanos) y distintas actividades de carnicería (desollado, descuartizado y descarnado), a partir del control de tres variables: la pérdida de masa de los útiles, la pérdida de área y la variación del ángulo del filo. Establecen una hipótesis 0 (o nula), bueno, 3, cada una relativa a cada una de la variables (H0: el número de marcas de corte en la serie experimental no tendrá un correlación significativa con la proporcional /pérdida de área de la lasca/variación del filo/pérdida de masa), y se lanzan al ataque con dos carniceros de Turkana expertos en el arte de filetear cebras, búfalos, etc. Aplican a los resultados un coeficiente de correlación no paramétrico (Tau de Kendall) y el test U de Mann-Whitney y ya está.
¿El resultado? Pues que no pueden rechazar la hipótesis nula y por lo tanto no hay apoyo estadístico para asumir que las marcas de corte producen un embotamiento significativo de los filos. Sin embargo, las distintas actividades de carnicería muestran diferencias significativas en el deterioro de los mismos en relación con dos de las variables (área y ángulo en desollado y descuartizado vs descarnado), concluyendo que hay un mayor desgaste en las lascas usadas para aquellas actividades que en las empleadas sólo para la última (0.0). Así que, y por ir terminando, en relación con lo primero i) no hay apoyo para la idea de que los prehistóricos tomaran sus medidas para evitar contactos hueso-útil durante el descarnado y ii) que el abandono de los artefactos no necesariamente estaría relacionado con una alta presencia de marcas de corte en los yacimientos.
Entonces (y esta es la pregunta del millón) ¿si las marcas de corte no desgastan a tal punto los artefactos como para abandonarlos, y estos se abandonan incluso en sitios donde hay pocas marcas, por qué se abandonaron? Su explicación alternativa es que fueron usados para actividades que no dejan evidencias en los huesos que habitualemente se conservan sobre la forma en que se ha operado, como desollado, desarticulación y posiblemente procesado de vegetales. Además, y esto es un interesante salto, los resultados podrían servir de apoyo a un acceso temprano a las carcasas. Sólo por encima (ya lo trataremos otro día), hay discusión sobre como accedían esos grupos del Plio-Pleistoceno a la proteína animal. De ser inicialmente cazadores pasaron hace unos años a carroñeros. Si eres carroñero puedes ser el primero en carroñear (carroñeador primario, lo que supone que te haces con la carcasa en los primeros momentos, es decir, no tienes capacidad para cazar una gacela pero tienes pseudoesfericidades, como decía el homonosecuantos para arrebatársela a un león), o el último (carroñeador secundario, accediendo a lo que han dejado los demás, los mondos huesos con un poco de chicha). Tener acceso a una carcasa completa, porque la has cazado o porque se la has arrebatado a quien la ha cazado, implicaría tener que proceder a toda la cadena operativa de carnicería (desollado, descuartizado), y por lo tanto a ese acúmulo de piezas luego desechadas. Y esta historia se acabó.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Y esta pelmaza explicación a propósito de unas marcas ¿qué tiene de interés para los aficionados a las trócolas?

El Jones dijo...

Ya lo advertí. El que avisa no es traidor.

Anónimo dijo...

Sí, tienes razón, eso da que pensar sobre las curiosas formas que tiene la gente de ganarse la vida y pone en evidencia que cuando nos ponemos las gafas en modo "filtro/trócola" no vemos más que trócolas por todas partes y no nos percatamos de la viga o la paja, o lo que sea, en nuestro puñetero ojo...
Por otra parte, todo el mundo sabe que las lascas sin retocar se desgastaban por emplearlas para cortar el pan en la mesa y no emplear las que tenían retoque levalois -también llamadas de sierra y desarrolladas para tal menester-; vamos, como ahora nos pasa a todos con los cuchillos, sólo que los llevamos luego a afilar y asunto resuelto. ¡Es que no se enteran de nada!

El Jones dijo...

Razón tienes homonosecuantos. Y con lo levalois, diana. Hubo un antes y un después, sin duda. Antes se partía el pan a cachos, después a rebanadas. ;)

Moan Crisp dijo...

me sorprendió muy gratamente tu blog.
me entusiasman de siempre este tipo de artículos y de echo consumo revistas de arqueología, historia,ciencia, tecnología...
seguiré este blog de forma asidua porque ademas tienes una forma particular e interesante de tratar estos temas en tu blog
felicidades.