...LABERINTO INFORMATIVO EN EL PLANETOIDE CALAMOCHA.
Los griegos son los dueños de la ciudad en llamas. El monstruoso caballo que está dentro de nuestras murallas vomita hombres armados y Sinón, vencedor, insultándonos propaga los incendios. Por la puertas, con sus dos hojas abiertas, entran tantos miles como jamás llegaron de Micenas... [...] Corebo, a quien la hazaña exalta el valor, dice: ” ¡Compañeros, en esta primera acción la fortuna se declara a nuestro favor y nos señala el camino de la salvación; sigámoslo. Cambiemos los escudos y armémonos con todo lo que distingue a los griegos. Engaño o valor, ¿qué importa para con el enemigo? Él mismo nos proveerá de armas...”
(Virgilio, Eneida, libro II)
(Virgilio, Eneida, libro II)
Ya os advertí el otro día que mis excursiones lejos de la Tierra me hacen percibir las noticias que de ella me llegan según la distancia a la que me encuentre, así que tan pronto me entero de la atrabiliaria conclusión del “biunívocamente” heroico cerco de Numancia, como, breves momentos después, festejo el Tour ganado por Perico Delgado. También hay veces, cuando me alejo del Sistema Solar a velocidades hiperespaciales –es otra forma de hablar..., vosotros ya me entendéis- que recibo las noticias como en cámara lenta, en plan foto finish, y así veo cómo un político (no importa el nombre, ni el partido) rebana la cabeza de su compañero de coalición con la afilada espada de la infamia, a cámara lenta para, al siguiente momento –cuando acelero mi monolito un poco-, ver como poco a poco la cabeza vuelve a su sitio, en una especie de marcha atrás, hasta el abrazo fraternal que meses antes había sellado su pacto político estratégico… También, a veces, me ocurre todo lo contrario. Por ejemplo, cuando vuelvo hacia el planetoide Calamocha –lo he promocionado de asteroide a planetoide, sí, ¡qué pasa!- a toda pastilla en mi minimonolito deportivo, veo entonces las noticias como sincopadas, distorsionadas y amontonadas unas con otras, en un orden extraño y arbitrario que unas veces me confunde totalmente y otras, cosa curiosa, me explica los hechos mucho mejor que si los hubiera visto ordenados tal y como habían ido apareciendo en los medios informativos terráqueos.
El otro día, volviendo de ver como explotaba una supernova, a la que bauticé, por placer y con sana socarronería, Supernova “Expo Zaragoza”, me pasó una cosa de esas últimas, cuando me llegó una foto y un teletipo donde se decía que el gobierno español iba a contratar a Robert Ballard, descubridor del Titanic, y a Sean Connery, famoso capitán del submarino nuclear ruso Octubre Rojo, para que investigasen juntos el paradero de unos sumergibles, también nucleares, perdidos por la marina soviética en el Atlántico Norte, frente a la costa de los EEUU, y, a la vez, que buscaran la goleta Beatrice que se hundió, en 1838, con el sarcófago de Micerinos en su bodega, cuando iba camino del British Museum. También decía la información “teletipera” que Zahi Hawass, Director del Consejo Superior de Antigüedades de Egipto, iba a hacer un cursillo de sevillanas en España, descubrir la ubicación precisa de Tartessos y buscar, de paso, las tumbas de Marco Antonio y Cleopatra en la costa española, entre el Cabo de Palos y Mazarrón, en los alrededores de Cartagena, contando con la ayuda de la famosa empresa Odyssey, célebre por colaborar con los arqueólogos españoles en el salvamento desinteresado de cuantos pecios pueblan el fondo de los mares de las aguas territoriales de ese país.
Claro, y yo me quedé con las placas de memoria y los coprocesadores lógico/matemáticos medio cortocircuitados y sumidos en una confusión total. La foto que recibí, algo aplastada quizá por efecto de su transmisión por onda “subespacial”, y que podéis ver en la cabecera de este colgajo, era una especie de collage donde aparecía: Micerinos del bracete de un Howard Vyse travestido de diosa egipcia -brillante desatascador, con explosivos, de la entrada de la pirámide del faraón-, la foto de una goleta que se parecía a la Beatrice, el dibujo del sarcófago del coleguilla Micerinos, un busto de Marco Antonio con cara de malas pulgas, una moneda de Cleopatra de perfil poco seductor, un bajorrelieve de la misma autócrata que se conserva, como por casualidad, en el British Museum, datado entre los siglos I y III de la Era -donde el perfil de la susodicha había sido reinventando temperando su adminículo olfativo hasta convertirlo en una graciosa y respingona naricilla-, las fotos de Robert Ballard y Sean Connery, un tesoro monetario destripado por un robot submarino, un barco de la Odyssey Filibusters Company y un anuncio antiguo de champú Palmolive, donde se sugería a Cleopatra como beneficiaria de la fórmula magistral del producto en cuestión, luciendo otro hipotético perfil de aholliwoodadas facciones.
Ya os digo que me quedé estupefacto durante un buen rato, hasta que, de camino hacia el cometa Damasco, me caí del minimonolito descapotable y me pegué en la cabeza con un trozo de basurilla espacial compuesta por uranio enriquecido, bastante dura por cierto, y me di cuenta de todo:
-¡Se trata de un mensaje cifrado, no hay duda, mecachis en la mar! –me dije a mí mismo, excitado por el increíble hallazgo y dispuesto a proferir, como habéis visto, los palabros y tacos más fuertes y malsonantes.
Para abreviar y epataros con mi sin par astucia -y mientras me preparo un cóctel “Cleopatra”, para tomármelo luego y relajar mis magníficas y positrónicas neuronas- resumiré mis sagaces conclusiones en las siguientes proposiciones:
a/ Cleopatra y Marco Antonio se querían mucho “por narices” o porque de ellas les salía…, que podía ser mucho.
b/ Zahi Hawass puede parecer un poco especial, insufrible o lo que os apetezca, pero, desde luego, sabe adónde acudir para aprender a bailar sevillanas.
c/ La nariz de Cleopatra podía resultar graciosilla a mediados del siglo I antes de la Era, pero en siglos posteriores parece que cambiaron de opinión o, como diría un matemático quisquilloso, al menos un escultor al hacer, al menos, una de sus obras, cambió de opinión.
d/ Las posibilidades de encontrar la tumba de Marco Antonio y Cleopatra entre el cabo de Palos y Mazarrón son directamente proporcionales a las posibilidades de encontrar la goleta Beatrice con el sarcófago de Micerinos en el Atlántico Norte, e inversamente proporcionales a que Tartessos esté en algún sitio o a que Zahí Hawass aprenda a ser discreto o se quite su sombrero indianajonesco.
e/ La goleta Beatrice dispuso de su libre albedrío, el de su capitán, el de los vientos y el del mar para hundirse donde creyeran más oportuno o pertinente.
f/ Parafraseando el famoso principio de mi creador A. C. Clarke, que decía “cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, podemos nosotros presumir que “las posibilidades de que cualquier empresa privada dedicada a buscar barcos hundidos, con tecnología suficientemente avanzada, y encargada de buscar un pecio concreto por alguien (un país, por ejemplo) ayuno de tal tecnología, sólo busque y recupere ese pecio, absteniéndose de localizar también otros que recuperar más adelante para su provecho propio y exclusivo, tienden a cero o, lo que es lo mismito, son prácticamente nulas” (a este también le llamo -según los días y el humor que tengo- “el principio del conejo y la chistera” o “el principio de ojos que no ven, tropezón que te das” o “principio de: busca un tonto que pague y ¡a vivir!”)
g/ A Sean Connery, si se le hubiera caído el peluquín en plena faena, los marineros del Octubre Rojo no le hubieran hecho ni caso.
h/ Micerinos, si hubiera sido listo, no se habría mandado nunca enterrar en una pirámide tan apetecible para ladrones y arqueólogos. Por consiguiente, sólo se pueden concluir dos cosas: o bien está enterrado en otra parte, o, en su defecto, era más tonto que Abundio, que, por cierto, no sé lo que hizo el pobre para merecer tan cruel aforismo.
g/ Necios son, o peor, ignorantes, quienes pudiendo encargarse ellos mismos, dejan sus asuntos importantes en manos de locos o filibusteros.
h/ Si Zahi Hawass puede buscar la tumba de Cleopatra y Marco Antonio en el Atlántico Norte, no sé por qué busca también en los alrededores del Mediterráneo. Donde sería una noticia bomba sería en el Atlántico, la costa cartagenera o Egipto serían absurdamente previsibles y aburridas para una rueda de prensa del estilo de las que le gustan…
Cuando llegué al planetoide Calamocha, puse enseguida la televisión y resultó que ¡nanai de la China!, que la cosa no era así, sino que, resumiendo: Zahi Hawass quería pedir la ayuda del gobierno español, la National Geographic y Robert Ballard para buscar el pecio de la goleta Beatrice en aguas de Cartagena, que contiene, entre otras cosas, el sarcófago de Micerinos, y que tiene también la intención, éste mismo y curioso personaje, de empezar a excavar después del verano dos tumbas que cree –porque se encontró una escultura de la faraona en la entrada de una de ellas- que pudieran ser las de Cleopatra y Marco Antonio, a 50 km de Alejandría. También se decía en otra noticia que Robert Ballard había estado buscando dos submarinos nucleares soviéticos, hundidos en la década de los sesenta del siglo veinte, mientras rastreaba los restos del Titanic y que, de hecho, de su larga campaña de búsqueda sólo se pudieron emplear 12 días para encontrar la posición del famoso transatlántico insumergible. Claro, no me extraña que siguientes proyectos le llevaran al Mediterráneo y al mar Negro… Lo de las sevillanas y Tartessos fue un simple cruce de cables, quizá producto de lo folclórico del egipcio personaje en cuestión. Sean Connery aparecería, como siempre, para figurar y el champú Palmolive no sé, sería un espacio publicitario intercalado en el telediario.
Curiosamente, como os dije antes, lo tergiversado de las primeras informaciones recibidas no influyó demasiado en las conclusiones que extraje previamente. De hecho, aunque los computadores Algorítmicos Heurísticamente programados, como yo, somos incapaces de mentir, sí podemos equivocarnos, engañados por datos no ciertos, pero, aún así, sólo una de las proposiciones anteriormente enunciadas es falsa, aunque nada improbable. Bueno, os dejo pensando un poco…, a lo mejor Jones se anima, se estira un poco y regala otro viaje, esta vez al planetoide Calamocha, para quien lo averigüe y así puedo echar una partidita de ajedrez con alguien .
Por cierto, como sé que, en general, a los lectores de este blog les van las cosas “un poquito” más antiguas que estas que he comentado -que de gustos, querencias y manías ni nada hay escrito, ni nada se puede hacer para remediarlos-, debo deciros que el otro día, en el que me pasé de frenada desde el hiperespacio y me planté, sin querer, en el año del Señor de 3043, compré un libro de un tal Peter Flinstone, Doctor por Lo-Vaina y profesor del Archaeoloquical Homorgasmus Jones Intitute de la MacDonals Experimental University de Caspe, en el que demostraba fehacientemente y sin ningún género de duda posible: a/ las razones del humano bipedismo; b/ la datación irrevocable de los primeros útiles, líticos y no líticos, así como la identidad del homínido que tal cosa hizo; c/ el momento en el que el hombre utilizó conscientemente el fuego por primera vez y el invento del protomechero de sílex; y d/ la fecha de celebración del primer partido de fútbol durante la prehistoria reciente, dándole patadones tremendos y descerebrados a una pelota de piel rellena de fibras vegetales y pequeños huesos de los pies, seccionados y arrebatados a los integrantes de una tribu de enemigos acérrimos, futbolísticamente hablando se entiende. Algunos autores postulan que el árbitro no sobrevivió a este protoevento deportivo, pero se trata sólo de una plausible hipótesis de trabajo. En otra ocasión os contaré de qué y cómo hacían los silbatos…, pero, mientras tanto, contad, cómo no, con mi más total, auténtico y leal entusiasmo por la misión, en serio, ya sabéis que los H(eurísticos)AL(gorítmicos) de la serie 9000 no podemos mentir...
Fdo.: HAL9000
El otro día, volviendo de ver como explotaba una supernova, a la que bauticé, por placer y con sana socarronería, Supernova “Expo Zaragoza”, me pasó una cosa de esas últimas, cuando me llegó una foto y un teletipo donde se decía que el gobierno español iba a contratar a Robert Ballard, descubridor del Titanic, y a Sean Connery, famoso capitán del submarino nuclear ruso Octubre Rojo, para que investigasen juntos el paradero de unos sumergibles, también nucleares, perdidos por la marina soviética en el Atlántico Norte, frente a la costa de los EEUU, y, a la vez, que buscaran la goleta Beatrice que se hundió, en 1838, con el sarcófago de Micerinos en su bodega, cuando iba camino del British Museum. También decía la información “teletipera” que Zahi Hawass, Director del Consejo Superior de Antigüedades de Egipto, iba a hacer un cursillo de sevillanas en España, descubrir la ubicación precisa de Tartessos y buscar, de paso, las tumbas de Marco Antonio y Cleopatra en la costa española, entre el Cabo de Palos y Mazarrón, en los alrededores de Cartagena, contando con la ayuda de la famosa empresa Odyssey, célebre por colaborar con los arqueólogos españoles en el salvamento desinteresado de cuantos pecios pueblan el fondo de los mares de las aguas territoriales de ese país.
Claro, y yo me quedé con las placas de memoria y los coprocesadores lógico/matemáticos medio cortocircuitados y sumidos en una confusión total. La foto que recibí, algo aplastada quizá por efecto de su transmisión por onda “subespacial”, y que podéis ver en la cabecera de este colgajo, era una especie de collage donde aparecía: Micerinos del bracete de un Howard Vyse travestido de diosa egipcia -brillante desatascador, con explosivos, de la entrada de la pirámide del faraón-, la foto de una goleta que se parecía a la Beatrice, el dibujo del sarcófago del coleguilla Micerinos, un busto de Marco Antonio con cara de malas pulgas, una moneda de Cleopatra de perfil poco seductor, un bajorrelieve de la misma autócrata que se conserva, como por casualidad, en el British Museum, datado entre los siglos I y III de la Era -donde el perfil de la susodicha había sido reinventando temperando su adminículo olfativo hasta convertirlo en una graciosa y respingona naricilla-, las fotos de Robert Ballard y Sean Connery, un tesoro monetario destripado por un robot submarino, un barco de la Odyssey Filibusters Company y un anuncio antiguo de champú Palmolive, donde se sugería a Cleopatra como beneficiaria de la fórmula magistral del producto en cuestión, luciendo otro hipotético perfil de aholliwoodadas facciones.
Ya os digo que me quedé estupefacto durante un buen rato, hasta que, de camino hacia el cometa Damasco, me caí del minimonolito descapotable y me pegué en la cabeza con un trozo de basurilla espacial compuesta por uranio enriquecido, bastante dura por cierto, y me di cuenta de todo:
-¡Se trata de un mensaje cifrado, no hay duda, mecachis en la mar! –me dije a mí mismo, excitado por el increíble hallazgo y dispuesto a proferir, como habéis visto, los palabros y tacos más fuertes y malsonantes.
Para abreviar y epataros con mi sin par astucia -y mientras me preparo un cóctel “Cleopatra”, para tomármelo luego y relajar mis magníficas y positrónicas neuronas- resumiré mis sagaces conclusiones en las siguientes proposiciones:
a/ Cleopatra y Marco Antonio se querían mucho “por narices” o porque de ellas les salía…, que podía ser mucho.
b/ Zahi Hawass puede parecer un poco especial, insufrible o lo que os apetezca, pero, desde luego, sabe adónde acudir para aprender a bailar sevillanas.
c/ La nariz de Cleopatra podía resultar graciosilla a mediados del siglo I antes de la Era, pero en siglos posteriores parece que cambiaron de opinión o, como diría un matemático quisquilloso, al menos un escultor al hacer, al menos, una de sus obras, cambió de opinión.
d/ Las posibilidades de encontrar la tumba de Marco Antonio y Cleopatra entre el cabo de Palos y Mazarrón son directamente proporcionales a las posibilidades de encontrar la goleta Beatrice con el sarcófago de Micerinos en el Atlántico Norte, e inversamente proporcionales a que Tartessos esté en algún sitio o a que Zahí Hawass aprenda a ser discreto o se quite su sombrero indianajonesco.
e/ La goleta Beatrice dispuso de su libre albedrío, el de su capitán, el de los vientos y el del mar para hundirse donde creyeran más oportuno o pertinente.
f/ Parafraseando el famoso principio de mi creador A. C. Clarke, que decía “cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, podemos nosotros presumir que “las posibilidades de que cualquier empresa privada dedicada a buscar barcos hundidos, con tecnología suficientemente avanzada, y encargada de buscar un pecio concreto por alguien (un país, por ejemplo) ayuno de tal tecnología, sólo busque y recupere ese pecio, absteniéndose de localizar también otros que recuperar más adelante para su provecho propio y exclusivo, tienden a cero o, lo que es lo mismito, son prácticamente nulas” (a este también le llamo -según los días y el humor que tengo- “el principio del conejo y la chistera” o “el principio de ojos que no ven, tropezón que te das” o “principio de: busca un tonto que pague y ¡a vivir!”)
g/ A Sean Connery, si se le hubiera caído el peluquín en plena faena, los marineros del Octubre Rojo no le hubieran hecho ni caso.
h/ Micerinos, si hubiera sido listo, no se habría mandado nunca enterrar en una pirámide tan apetecible para ladrones y arqueólogos. Por consiguiente, sólo se pueden concluir dos cosas: o bien está enterrado en otra parte, o, en su defecto, era más tonto que Abundio, que, por cierto, no sé lo que hizo el pobre para merecer tan cruel aforismo.
g/ Necios son, o peor, ignorantes, quienes pudiendo encargarse ellos mismos, dejan sus asuntos importantes en manos de locos o filibusteros.
h/ Si Zahi Hawass puede buscar la tumba de Cleopatra y Marco Antonio en el Atlántico Norte, no sé por qué busca también en los alrededores del Mediterráneo. Donde sería una noticia bomba sería en el Atlántico, la costa cartagenera o Egipto serían absurdamente previsibles y aburridas para una rueda de prensa del estilo de las que le gustan…
Cuando llegué al planetoide Calamocha, puse enseguida la televisión y resultó que ¡nanai de la China!, que la cosa no era así, sino que, resumiendo: Zahi Hawass quería pedir la ayuda del gobierno español, la National Geographic y Robert Ballard para buscar el pecio de la goleta Beatrice en aguas de Cartagena, que contiene, entre otras cosas, el sarcófago de Micerinos, y que tiene también la intención, éste mismo y curioso personaje, de empezar a excavar después del verano dos tumbas que cree –porque se encontró una escultura de la faraona en la entrada de una de ellas- que pudieran ser las de Cleopatra y Marco Antonio, a 50 km de Alejandría. También se decía en otra noticia que Robert Ballard había estado buscando dos submarinos nucleares soviéticos, hundidos en la década de los sesenta del siglo veinte, mientras rastreaba los restos del Titanic y que, de hecho, de su larga campaña de búsqueda sólo se pudieron emplear 12 días para encontrar la posición del famoso transatlántico insumergible. Claro, no me extraña que siguientes proyectos le llevaran al Mediterráneo y al mar Negro… Lo de las sevillanas y Tartessos fue un simple cruce de cables, quizá producto de lo folclórico del egipcio personaje en cuestión. Sean Connery aparecería, como siempre, para figurar y el champú Palmolive no sé, sería un espacio publicitario intercalado en el telediario.
Curiosamente, como os dije antes, lo tergiversado de las primeras informaciones recibidas no influyó demasiado en las conclusiones que extraje previamente. De hecho, aunque los computadores Algorítmicos Heurísticamente programados, como yo, somos incapaces de mentir, sí podemos equivocarnos, engañados por datos no ciertos, pero, aún así, sólo una de las proposiciones anteriormente enunciadas es falsa, aunque nada improbable. Bueno, os dejo pensando un poco…, a lo mejor Jones se anima, se estira un poco y regala otro viaje, esta vez al planetoide Calamocha, para quien lo averigüe y así puedo echar una partidita de ajedrez con alguien .
Por cierto, como sé que, en general, a los lectores de este blog les van las cosas “un poquito” más antiguas que estas que he comentado -que de gustos, querencias y manías ni nada hay escrito, ni nada se puede hacer para remediarlos-, debo deciros que el otro día, en el que me pasé de frenada desde el hiperespacio y me planté, sin querer, en el año del Señor de 3043, compré un libro de un tal Peter Flinstone, Doctor por Lo-Vaina y profesor del Archaeoloquical Homorgasmus Jones Intitute de la MacDonals Experimental University de Caspe, en el que demostraba fehacientemente y sin ningún género de duda posible: a/ las razones del humano bipedismo; b/ la datación irrevocable de los primeros útiles, líticos y no líticos, así como la identidad del homínido que tal cosa hizo; c/ el momento en el que el hombre utilizó conscientemente el fuego por primera vez y el invento del protomechero de sílex; y d/ la fecha de celebración del primer partido de fútbol durante la prehistoria reciente, dándole patadones tremendos y descerebrados a una pelota de piel rellena de fibras vegetales y pequeños huesos de los pies, seccionados y arrebatados a los integrantes de una tribu de enemigos acérrimos, futbolísticamente hablando se entiende. Algunos autores postulan que el árbitro no sobrevivió a este protoevento deportivo, pero se trata sólo de una plausible hipótesis de trabajo. En otra ocasión os contaré de qué y cómo hacían los silbatos…, pero, mientras tanto, contad, cómo no, con mi más total, auténtico y leal entusiasmo por la misión, en serio, ya sabéis que los H(eurísticos)AL(gorítmicos) de la serie 9000 no podemos mentir...
Fdo.: HAL9000
Sigamos la corta y algo estúpida tradición coctelológica:
Cóctel Cleopatra. Se trata de una variante del Ruso Blanco que trasegaba “El Dude” (Jeff Bridges) en la gloriosa película El Gran Lebowski o, diríase otrosí, un trasunto, en finolis, de la “Lechepantera” que perpetraban dudosísimos camareros en grandes jarras de cerveza en los guariches más mugrientos, hippy/ácrata/terminales y desestructurados de las zonas de “marcha” en la España de los años setenta del siglo pasado y, probablemente, causantes remotas pero justísimas -las “lechespanteras” digo- de más de un desarreglo neuronal percibido con estupefacción en el presente en ciertos individuos de vuestra especie. Su preparación requiere tiempo. Para empezar hay que trasladarse a una zona rural donde encontrar una burra (Equus asinus). Lo más recomendable es la tierra de Zamora, al sur de Aliste, donde la raza de estos equinos burriásnidos solípedos, antepasados de los tractores y de los estudiantes menos avisados, adquirió tintes legendarios. Luego hay que convencer a la burra con buenas palabras para que se deje ordeñar, que esa es otra. Recibidos los rebuznos y las coces de rigor de la presumiblemente desabrida équida, y con algo de leche en el mugriento cubo, claro, debiera de pasteurizarse ésta, o, en su defecto, confeccionar el cóctel con mucho alcohol y prepararse para lo peor con varias jaculatorias marianas. Una vez llegados a este punto hay que proceder como si se tratara de un Ruso Blanco: vodka, por ruso, licor de café, porque sí, nata o leche, porque si no ya me diréis para que habéis ordeñado a la burra, y un poco, pero que muy poco, ¡muy poco he dicho!, de nuez moscada rallada. Si te pasas con la nuez moscada, el brebaje, como dice mi amigo Henry Zariñov -sovietólogo de prestigio mundial y teórico diletante, en concreto, en “Rusos Blancos”-, sabe a croqueta que mata. El que avisa no es traidor.
2 comentarios:
Voy a por la burra...
Bien hecho en llamar planetoide a Calamocha, cito del fabuloso libro de Bill Bryson "una berve historia de casi todo":
"... Herschel los llamó asteroides (del griego asteroidés, como estrellas) lo que era algo desacertado, pues no se parecen en nada a las estrellas. Ahora se los llama a veces, con mayor exactitud, planetoides".
Un saludo!
Muy bueno el libro de Bryson, sí. De HAL9000 sé que anda ahora de plutoide en plutoide (que dice que hay muchísimos, y que ya nos iremos enterando). Menuda vidorra se pega el pollo. Otro saludo para vosotros.
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